30/1/13

THE EMPIRE OF NEOMEMORY


The Empire of Neomemory, by Heriberto Yépez
 
translated by Jen Hofer, Christian Nagler & Brian Whitener
 
274 pages

“Olson is part of the American dream, the dream of expansionism in all its variants. It is with the purpose of understanding this empire that I have written this book. Olson in and of himself does not interest me; I am interested in his character as a microanalogy for decoding the psychopoetics of Empire. Philosophy tries to comprehend reality through a discussion of abstract concepts produced by floating masculine heads (decapitalisms); in contrast, what I want to understand is the present via concrete bodies, historical microanalysis via the hunt for biosymbols. Using the text, I want to see through it to glimpse the substructure and the superstructure.”

In 1951, Charles Olson set out to spend some time in Mexico. He was only there for five months and he didn’t learn much, but this time in Mexico would come to define all the poetry he was yet to write. Yépez begins with Olson in Mexico, with the possibility that he might be writing a study of Olson, a study of Olson’s Mexico-philia. 

But what he writes instead is a breathtaking investigation of the relation between USAmerican poetry and Empire that careens idiosyncratically through the great men of empire—not just Olson, but those many other men who also travelled to Mexico, such as William Burroughs, Antonin Artaud, D.H. Lawrence, Herman Melville, and Ray Bradbury. 

This work is a dismantling of Olson, and of empire, and yet it is also clearly an inside job, a book that could only be written by someone who had spent hours thinking with and through—and beyond—Olson.


Available January, 2013.

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Otherwise, order through SPD for $15.

If you blog or review or whatever and might read this book and then do whatever you do, let us know. We will gladly send you a pdf.

Chain Arts

25/1/13

ARTE ¿Y BASURA? FABRE Y PAPASQUIARO


A nadie debe molestar que Almadía sea una de las mejores editoriales mexicanas actuales (quizá la mejor); Luis Felipe Fabre, un poeta notable y Arte & basura de Mario Santiago Papasquiaro —editado por él— a la vez un buen libro de Papasquiaro y un libro sangrón de Fabre.

Recoge poesía inédita de Papasquiaro, uno de los poetas infrarrealistas —aún despreciados— desenterrados porque Bolaño los novelizó, lo que muestra que crítica y academia mexicanista fallan demasiado. Un ismo pasó de noche.

Lo interesante del libro es que puso a un discípulo de los Contemporáneos a editar póstumos de un fanático de los Estridentistas.

Desgraciadamente, a obra desconocida de Papasquiaro, Fabre —cuya eufonía cultiva la tradición nacional— añadió un prólogo arrogante.

Fabre, en lugar de abrirse a una poesía opuesta a la suya, cató desde su elegante estética una poesía contracultural.

En el prólogo, al menos cuatro veces declara que compila poesía y “basura”, que elogia ambivalentemente y, a final de cuentas, apachurra.

Sobre el infrarrealismo dice: “Resulta difícil definir en qué consistía... tal vez ni ellos mismos lo sabían con claridad”. Si leemos los documentos de la época, su (o)posición es clara. Pero Fabre decide fuchironizar.

Una y otra vez, reitera que “la obra de Mario Santiago permanece... en su calidad de borrador”, en cuyos textos “descuidados” —que le “sientan bien”— “el trigo no está separado de la paja... el hallazgo deslumbrante aparece rodeado de versos fallidos... arte y  basura”.

¿“Arte”? ¿“Basura”?

Repite que hay “autocomplacencia y repetición acrítica” en Papasquiaro, de quien determina que “nunca escribió un libro. Escribió sin parar poemas... O versos sin parar. Pero libros no... Su poesía será siempre incompleta”.

Al evaluar la marginación de Papasquiaro, Fabre condesciende, como si fuese mero personajazo: “El papel del outsider, del marginal, que Mario supo cumplir a cabalidad”. Caballeroso soslayo históricamente falso y que viniendo de un poeta protegido por la República de las Letras es soberbia.

Fabre coloca su poética —literalmente paceana— por encima de una poética que tiene otra visión; exquisitamente la redime y denigra, en un vaivén que deja a Papasquiaro mal parado, entrelíneas retratado como autor amateur, feral.

Y a Fabre como amigo parcial de la paja de los locos y amigo, sobre todo, del trigo canónico.

Al leer Aullido de Cisne o Jeta de Santo (¡editado en España!) de Papasquiaro, lo dicho por Fabre resulta el gusto de un refinado y autonombrado “curador” que usa su pulgar (des)aprobatorio con un poeta que no es una “invención” —como Fabre prestablece— sino un escritor que mezcló metro del DeFe y posmo-métrica, 1 contrapoeta en-chinga-punketa que suena “mal” a la tradición, afortunadamente.

Arte & Basura se divide en 2. La poesía mexicana y el infrarrealismo.

19/1/13

¿CALDERÓN EN HARVARD?


Pedir que Harvard University dé marcha atrás y no contrate a Felipe Calderón significa pedir violar la primera parte del artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Toda persona.

Además, pedir que el ex presidente (y general de la narcoguerra) no participe del proceso educativo es creer que este proceso sucede del profesor hacia los estudiantes.

Esa es una visión anacrónica, autoritaria y, sobre todo, irreal de lo que sucede en las universidades. Calderón podría ser re-educado por los jóvenes.

La campaña para sacar a Calderón de Harvard es otro ejemplo de cómo la oposición mexicana no es congruente con sus ideales.

Una universidad es un centro de rehabilitación epistemológica. Justo ahí es donde necesitamos que asistan todos los involucrados en las narcoguerras.

Eso sí, sugiero que a Calderón se le prohíba dar cátedra (una autoridad hablando frente a un grupo numeroso de personas calladas). La cátedra es medieval.

Calderón debe trabajar en seminarios o talleres. Su participación oral no debe exceder el 15% del tiempo en aula.

Restringir que personas como él reingresen al proceso educativo es repetir el error de Calderón: la visceralidad y el espíritu de exclusión. Preferir marginar y marcar personas que permitir que continúen su educación.

Uno cree en la universidad o no cree. No hay medias tintas.

Que antiprohibicionistas pidan que se prohíba que Calderón re-acceda al aprendizaje es una incoherencia vertical.

Calderón requiere urgente ayuda reeducativa. Debe trabajar arduamente en Harvard, utilizar exhaustivamente su biblioteca, organizar experiencias de coaprendizaje, bajarle a su ego y resignificar su vida.

Pedir que se le excluya es abandonar el humanismo, que justamente cree que nuestra educación de vida es capaz de transformarnos, por ejemplo, de niños en sicarios, o de capos, otra vez, en ciudadanos.

Si nos oponemos a la narcoguerra debemos estar a favor del libre acceso a las universidades. No abramos sus puertas sólo para los elegidos, como hoy sucede.

Creer en el humanismo es difícil. Por eso la oposición mexicana, una y otra vez, reacciona usando patrones ultraconservadores.

Lo que hay que pedir a Harvard es que dé libre acceso a las sesiones de Calderón.

Pedir a Harvard que tome en serio el Art. 27: abra sus cursos y su biblioteca a todos los humanos.

El colmo de una oposición es que quiera ser todavía más elitista que Harvard.

Vivimos tiempos tan absurdos que incluso la palabra universidad, uni-ver-si-dad parece no decir nada. O decir lo contrario.

A veces los que defendemos los derechos humanos somos los primeros en olvidarlos.

5/1/13

LO QUE LA IGLESIA NO QUIERE QUE LEAS


La lectura es parte del proceso de secularización y la Iglesia lo sabe.

Leer puede separar de la fe. Por eso voceros eclesiásticos realizan una exitosa, permanente e intensa campaña —nunca comentada— contra los libros laicos.

Daré un ejemplo, entre muchos posibles. Hace poco, al salir de una librería, una persona se acercó. Me ofreció lo que llamó “una mejor lectura de Navidad” y me pidió mostrarle lo que había comprado. Entonces me habló —muy amablemente— contra el tipo de libro (de tema prehispánico) que compré.

Quedé tan intrigado que le compré uno de los números de la revista que vendía (y explica por qué no debo “seguir leyendo esas cosas”).

Se trata del número 163 (2012) de Inquietud Nueva. Revista Católica de Evangelización de circulación nacional por los Misioneros Servidores de la Palabra, que contiene el artículo “Leer un libro. El ‘dolor de cabeza’ de la sociedad” de A. Alfredo C.

El texto aborda los libros “no provechosos” que han “ensuciado sus páginas con el sinsentido, los antivalores o la confusión”.

Critica que las “estadísticas marcan simpatía por la ficción, la superstición y la ambición económica” y que “en México el problema no solo es que no leemos sino también lo que leemos. Pues entre no leer y leer basura literaria hay poca diferencia”.

Entre esta “basura literaria”, la revista retoma una lista que incluye Morelos: morir es nada de Pedro Ángel Palou, La suma de los días de Isabel Allende y ¡Cien años de soledad de García Márquez!

Y “falsas enseñanzas” como Los cuatro acuerdos: un mundo de sabiduría tolteca de Miguel Ruiz y No temas el mal, el método Pathwork para transformar el ser interior de Eva Pierrakos.

(Nótese, por cierto, que muchos literatos mexicanos coinciden con la iglesia católica en el desprecio de obras de “superación personal”, aunque el grueso de lectoras y lectores indica que estos libros les interesan).

Otro artículo condena a los médicos tradicionales mexicanos, cuyas magias define como “recurso a Satán” y en otro texto una foto de cuatro muchachas y un joven rapado (influido por la estética chola) ilustra cómo no hay que vestirse para ir a misa.

No hay nada raro en la satanización de la Iglesia contra las cosmovisiones indígenas: desde los primeros misioneros del siglo XVI, así ha sido. Nada raro tampoco que las culturas urbanas fronterizas sean vistas como incorrección o desvío.

Tampoco nada de raro en la condena religiosa contra muchos libros. La Iglesia ha perseguido a los libros desde hace muchos siglos.

Cuando en México decidamos entender a fondo por qué la lectura no ha podido extenderse se tendrá que señalar que la condena de la Iglesia contra los libros se ha filtrado por toda la cultura.

Frecuentemente, desde el padre de familia y el profesor hasta el literato y el presidente, al hablar de libros la Iglesia todavía tiene La Palabra.