28/6/14

EMMANUEL CARBALLO, CARAY

ARCHIVO EMMANUEL CARBALLO
A unos meses de la muerte de Emmanuel Carballo es claro que los 1960 fueron suyos; luego se fue retirando, aunque su figura —espectro de su función— persiste.
  
Carballo fue un crítico literario determinante. No quiso ni pudo ser un erudito —algo anticuario— como José Luis Martínez o parafraseador universal como Alfonso Reyes; cuerdamente eligió ser Emmanuel Carballo, el crítico certero y casi inmediato de una literatura en alza. 

Revisar sus textos no mostraría por qué fue tan influyente. Un futuro analista necesitaría saber que Carballo fue gestor de la Revista Mexicana de Literatura con Carlos Fuentes (de quien, sensatamente, desaprobó su segunda etapa) y de libros notables en Diógenes y Empresas Editoriales S. A. Carballo jugaba a las cartas con la literatura mexicana. 

No era profundo; era atinado. Políticamente osciló hasta sedimentar, desencantado y equivocado, en bochornoso conservadurismo. 

Tenía colmillo. Identificaba lo bien escrito. Su buen ojo daba en el clavo; sabía qué era paja y qué, oro. Por eso Carballo señaló que Octavio Paz plagiaba. 

Pero Carballo no fue crítico ejemplar. Fue mafioso y fue tanta su fidelidad a la mafia que al separarse él mismo se borró de la arena. 

No fue tanto crítico o editor sino animador, provocador, juez, notario, impulsor. Podía ser periodista y promotor que indica rumbo y reconoce la obra ya hecha y pronostica grandeza o decadencia.

Carballo tuvo la suerte de poder ser zorro en época de abundancia. Pero también en un medio sin teoría o filosofía; de haberlas, Carballo no habría existido. 

Después de Carballo, otros quisieron sustituirlo: Christopher Domínguez y después, ridículamente, Rafael Lemus. Resta tras resta. Uno intentó tener el dedo de Carballo; otro, la pura mueca. Era inútil: ser Carballo después de Carballo no quiso serlo ni Carballo. 

Krauze vivió no solo de Paz y Vuelta sino de hacer una revista gracias al espectro de Carballo, pero sin tener un solo crítico con colmillo u ojo, solo queriendo imitar a Carballo diciendo “esto vale; esto, no” y no atinar. 

¿Qué autor identificó Paz? Ninguno. ¿Krauze? Menos aún, solo inflaron montón de vividores, mediocres, estilizados que hasta el día de hoy sirven de careta al gobierno en turno.

Carballo falló. Se retiró justo cuando todos aquellos que él desdeñó tomaron el poder y él, para ya no quedar totalmente excluido, prefirió no denunciar. 

Se metió a su biblioteca. Se quedó callado. Todo lo que él despreciaba se encumbró. La literatura mexicana imitó sus exactos exabruptos y le lanzó las migajas de un supuesto reconocimiento para que no volviese a desafiar nada. 

Quedan sus libros como registro del tino y dureza de sus intervenciones. Pero Carballo fue, en lo esencial, desactivado. 

Afortunadamente, no habrá más Carballos; desgraciadamente, hay muchos Carballitos.

20/6/14

¿EL LIBRO O INTERNET?

Los libros se convirtieron en coleccionismo. Muchos libros están agotados y solo reaparecen en librerías de viejo, más caros que nunca. 

Esas obras deberían reeditarse, y esas primeras ediciones circular en librerías de segunda para lectores sin dinero. Pero el Estado y las editoriales prefieren emitir novedades para evitar el peligro de la memoria. 

El fracaso de la industria bibliográfica es su éxito en conseguir que tanta novedad insulsa haya desvanecido el recuerdo de tantos libros importantes. 

Los libros más necesarios del pasado son objetos de colección para unos cuantos; los que debieran ser nuevos libros clásicos son hoy viejos libros escasos. 

Una puerta de escape son los pdfs. Conozco muchos coleccionistas de pdfs. Pero pocos leen en ese formato; a lo mucho se revisan unos segundos antes de ser sepultados en el disco duro, a menos que sea un docente que los envía a estudiantes que los medio abren. 

Los pdfs acostumbran a considerar al libro como un archivo electrónico más (solemne). Debido a Internet, al libro se le ve como obsoleto o nostálgico. 

Quienes lo coleccionan, sobre todo, son lectores sobrevivientes; para las nuevas generaciones, el libro es el e-book y no se le hojea, sino que se le hace una búsqueda o escrolea

Esto ocurrió porque a estas poblaciones no se les permitió tener suficientes y grandes libros.

Los e-books no son el futuro del libro sino su pasado. Son un residuo pantomímico del libro.

El libro de papel no desaparecerá. Será archivado, coleccionado, consultado. Será la evidencia física de que un promisorio proyecto fue interrumpido. 

Las xerox que ni grapa reciben, los e-books y los pdfs simulan continuar o actualizar la misión histórica del libro. Pero más bien son un sabotaje, que resulta casi imperceptible porque muchos creen que una nueva tecnología naturalmente guía a un mejor futuro. 

Pero a las nuevas tecnologías hay que educarlas, como a los humanos, porque si solo se les usa, se vuelven criminales. 

Justo cuando nos acercábamos a los muchos libros para muchas personas en muchos sitios, la sociedad impidió que el libro diera ese paso e hizo pasar al libro virtual como el siguiente escalón, cuando, en realidad, fue una zancadilla. 

Lectores hay muchos en Internet. Pero el lector de libros es otro tipo de lector, más inteligente y heterodoxo, porque la mayoría de los que hay en Internet es convencional y light. En Internet, aun un best seller resulta demasiado. 

El lector es un sobreviviente. Pero incluso muchos que leían libros, después de Internet han visto su hábito debilitado, en cantidad o calidad. 

Un desasosiego ya asoma. Hace veinte años Internet era lo nuevo, alterno y emocionante; hoy es lo rutinario, oficial y aplanado. 

Internet empujó la crisis del libro. ¿Será que ambos caducarán juntos?

ALGUNOS LINKS


Sobre el tercer volumen de Ulises Carrión: http://www.sinembargo.mx/13-06-2014/1020826

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México actual en 10 novelas (Rogelio Guedea): http://www.sinembargo.mx/opinion/17-06-2014/24780

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20 años sin Onetti: http://www.clarin.com/rn/Veinte-anos-Onetti-Primera-Parte_3_1149515043.html

13/6/14

PARA LLEGAR A EFRAIN HUERTA

Para llegar a Efraín Huerta hay que reconocer sus mejores poemas, sus ingredientes y, ante ellos, reconocer sus rodeos y caídas. No perdernos en el bosque de su poesía meramente reunida.

Para comenzar, descártense sus poemas cívicos, que hacían sonrojar incluso a la bandera soviética.

Resistamos el encanto de sus poemínimos: graciosa fiesta de globos y larga serie con unidad de tono y forma, pero que no son la máxima arte poética de Huerta. Son solo la más sistemática.

Sus dos mejores poemas deben guiarnos: “Declaración de odio” y “Avenida Juárez”. Huerta de aliento entero: una voz saliendo de una visión.

“Declaración de odio” —dirigido al Distrito Federal, perdón, Mexico City— es su cima. El mejor Huerta ocurre cuando es profeta: interpela a la ciudad y la condena. Ahí su aliento sacude lo que impreca y usa diversos tonos sin relajar su gravedad extrema.

Hacia el final, Huerta canta contra los poetas y “niños de la teoría” de la Ciudad de México, por sus “flojas virtudes de ocho sonetos diarios” y mascullar su tedio “especulando en libros ajenos a lo nuestro”.

En “Avenida Juárez” re–anuncia la ruina de la urbe y ve una patria corrompida por sí misma y Norteamérica, hasta quedar “con los oídos despedazados/ y una arrugada postal de Chapultepec/ entre los dedos”.

Este par de poemas son muy superiores al resto suyo y de sus coetáneos (allí, por cierto, critica a Contemporáneos). Son poemas alimentados por esa fuerza extraliteraria que separa a los poetas de los literatos.

Sus implicaciones políticas, intelectuales, culturales, literarias han sido ignoradas; es como si no fueran unas sublimes mentadas de madre.

Nuestra literatura está en crisis. Se tapó los oídos para no oír a este Huerta —o tampoco a Rulfo, Revueltas y Carrión—, cultivando el “estilo” y disimulando su alianza con el gobierno brutal.

La literatura mexicana se desinfló al no escuchar el dolor del pueblo ni el llamado a descolonizarse; a cambio, Octavio Paz fue izado. Amén.

El problema de Huerta fue distraerse con oratorias doctrinarias, poemas derivativos y declaraciones de amores menores. Escribir no desde una visión sino desde vocabularios, idealizaciones y retratos inmediatos.

Huerta debió trabajar solo hacia dos libros: la reunión iracunda de sus poemas de visión y llaga, y sus poemínimos. La primera serie está dispersa entre sus libros; los poemínimos, en cambio, son vecinos.

Añadamos a la primera serie El Tajín, una poética que describe el drama de su voz al perder la conexión con la visión (que ata pasado y futuro comunales: el alba). Ahí están las claves de sus éxtasis y bajones; es un poema peligroso: taja poesía y violencia de su final poder regenerativo.

Para llegar a Huerta hay que identificar los altibajos, la tajadura y entender la honda relación de su mayor voz con la profecía.

10/6/14

ROTHENBERG & CARRION

Apareció en Jacket una reseña de Eye of Witness. A Jerome Rothenberg Reader que co-edité con el autor y cuya introducción preparé, explicando las distintas etapas en la obra y carrera de Rothenberg.

La reseña se puede leer aquí: "A Grand Collage. A review of a 'Jerome Rothenberg's Reader'"

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Aquí Vivian Abenshushan (mi editora y amiga) hablando de los libros de Ulises Carrión que coordino junto con Juan J. Agius:  "Entrevista con Vivian Abenshushan sobre Ulises Carrión"

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Sobre el tercer volumen de Ulises Carrión: http://www.sinembargo.mx/13-06-2014/1020826

6/6/14

LOS AGENTES LITERARIOS Y DIOS

Balcells
Carmen Balcells, alias “Mamá Grande” y Andrew Wylie, alias “El Chacal”, decidieron formar una “superagencia” literaria. Ambos representarán a muchos pesos pesados de la literatura en español e inglés.

En su superagencia representarán desde Shakespeare hasta el Boom y desde una larga lista de premios Nobel hasta una fila de probables esperanzados. 

Recuerdo un verso de Jack Kerouac: “The Lord is my Agent” (“El Señor es mi agente”). 

Kerouac era un tipo genuino, cuyo corazón fue roto por una botella y Estados Unidos. Pero también era un soberbio, ¡nada menos que dejar su carrera en manos de Dios! Sin embargo, un día en una entrevista suya supe que Kerouac no tenía a Dios como agente sino a un gringo que cobraba 10 por ciento. 

No digo que Kerouac haya sido un farsante. Kerouac es quizá el escritor norteamericano más valioso después de Whitman. Pero Kerouac se volvió un alcohólico insalvable y requirió de un agente.

La conclusión fácil, entonces, sería que los agentes son necesarios o, al menos, coyunturales. Pero eso no desmiente que un escritor que requiere agente tiene miedo, American Dream o éxito.

Wylie
Los agentes literarios hoy son las conexiones entre el capitalismo y la literatura. Pero casi siempre convierten al escritor en una marca.

La literatura es la defensa de la palabra en un lugar aparte. Hace diez años, Internet aún era ese lugar aparte. Ya no lo es. El mercado crece.

Los escritores deseamos perdurar y los agentes literarios son la encarnación del temor de los escritores.

Muchos escritores piensan que tener un agente da prestigio o futuro. Pero un agente casi siempre es mera respiración artificial.

Si Dios existiera sería el agente de los grandes escritores y no serían necesarios Balcells o Wylie.

Pero Dios probablemente no existe y la mayoría de los lectores, escritores, críticos y editores hoy son incapaces de distinguir entre un Borges y lo que quedó de Vargas Llosa, por lo tanto, “Mamá Grande” y “El Chacal” son útiles para mercadear y simular jerarquías.

Los agentes literarios existen porque el mercado no tiene criterios literarios. Ya casi nadie los tiene, comenzando por los escritores.

Debido a esta generalizada ignorancia del arte, existen lectores que no saben distinguir entre Coelho y Heidegger. Requieren que la contraportada diga qué deben sentir o pensar al leer ese producto, pero a veces no quieren leer la contraportada o entran a las librerías distraídos. Entonces, hay que ponerlo en un cintillo llamativo. O en Facebook.

Los agentes literarios son uno de los síntomas de una pérdida creciente de la capacidad de las sociedades posmodernas de distinguir cuáles son los buenos libros y los buenos escritores. 

Falta olfato y, sobre todo, falta arte. Por eso los agentes literarios son una fiebre que parece importante.