31/8/13

EL NEGRO DURAZO Y YO

Dentro de poco, Lo negro del Negro Durazo (1983), “la biografía criminal de Durazo escrita por su Jefe de Ayudantes” (José González G.) cumple 30 años. Solo ese año vendió más de 150 mil ejemplares.

Mi hermano mayor —leydo de barrio— me hablaba de ese libro con emoción, al igual que de la biografía Juan Gabriel y yo (1985), también escrita por un asistente soplón. Estos son los primeros libros que recuerdo haber discutido con Javier, ahora muerto.

También escuchábamos a José José y Pink Floyd.

Mi hermano perseguía en los libros la “revelación” —expectativa venida de la  Biblia, que él criticaba con ahínco, aunque era fanático de los Apocalipsis, el de San Juan y los apócrifos—; en los textos él buscaba confesión y denuncia. Cada semana leíamos Duda.

Para diferenciarme en algo, yo migré a los libros literarios. Lo que mi hermano leía, claro, era más interesante. Literaturas son pudores.

La mejor literatura norteamericana se define por una supuesta “naturalidad”, straightforwardness, franqueza, desvergüenza, crudeza, historia o voz personal.

(El experimentalismo norteamericano posmoderno es una crítica a este previo yo whitmaníaco).

La literatura mexicana, en cambio, tiende a ser reticente. Esta literatura juzga fácil esa primera persona (express y expresiva) y ese loco coloquio. Aun cuando cree practicarlo toma voz prestada.

Hablaba del Negro Durazo y mi hermano, dos figuras paternales, miembros ya fantasmas.

No comparto el rechazo que los letrados sienten hacia la narcoliteratura. Yo prefiero los errores de Hilario Peña a las supuestas virtudes de Emiliano Monge. Me agrada esa zona donde la literatura repta, y la piel descascaja, ya vieja.

Soy crítico porque soy carroñero. Como las hienas —entre chillidos tomados por risas— suelo llegar pronto al lugar donde el cadáver supura, y reventarlo sin pena.

La crítica es entendimiento. El entendimiento solo puede ser alcanzado cuando algo agoniza o ha terminado.

Antes sería precoz analizar o definir. Los académicos son los críticos que usan toga y tenedor para degustar lo engusanado. Los reseñistas —con un gancho en la nariz— son simplemente precoces.

La crítica literaria, en sí misma, está muriendo. Me iré con ella.

Mi hermano leía todo tipo de impresos. Él me dijo que con Lo negro del Negro Durazo comenzaba otro tipo de libros en México.

Se equivocó en lo general pero acertó en la literatura.

Ahí comenzó —sin que los literatos mexicanos lo sepan— la narcoliteratura, que en estos años agoniza. Ya fue hecha.

Ahora solo falta que la exploten (vía cirugía estética) los que ayer despotricaron contra ella: los literatos y su estilo, ese zombie.

Novo —cínico conveniente— lo sabía: los sexenios dan forma a la literatura mexicana.

Y hoy —a la luz de una lámpara de petróleo— el libro sobre el Negro Durazo reverdece en su estante. 

24/8/13

AMIGO, TÚ TAMBIÉN SER POST-NACIONAL

En los 1980-90, los borderizos percatamos que la cultura nacional tronó. Luego tronaría en centro y sur. 

Pero aún muchos (críticos, creadores, ciudadanos) viven la ilusión de la “tradición nacional”.

Paz la mantuvo al ser parte de la ideología del PRI. Pero lo que hace veinte años Enrique Krauze dijo de Carlos Fuentes (ser Gringo Viejo y “guerrillero dandy”) hoy se aplica a él y su grupo. Lo krauzeano es transnacional.

Y en la contracultura, lo chido ya es cool. 

Desde hace décadas Mexican music is cover. También ocurre en cine y literatura.

El nuevo conflicto de identidad no es estar agringado sino to be or not to be re-mexicanizado.

Cuerpos y criterios de USA rigen culturas en territorio MEX. Lo mexicano ya es únicamente ideología: para paisanos, ilusión de vivir en el pasado y para socios y jefes del imperio, negocio.

El campo de batalla se extendió. La participación de la cultura en la resistencia (o TLC) es binacional. Lo sepan o no, los artífices mexicanos derivan de USA.

Lo post-paceano: entre Cormac McCarthy y “experimentalismo”. La Onda, el Crack y el Border Boom fueron los adelantos de este momento inevitable.

Las inercias de artes y literaturas “mexicanas” son tendencias post-Reagan.

Y no parece haber mayor descontento —o conciencia— de esta americanización acelerada de la cultura alta “nacional”. Toda la cultura alta asemeja ya a la del imperio.

Desde la ropa hasta las fantasías sexuales, la mexicanidad ya es 45% norteamericana.

Hace una década, Bukowski inspiraba a todo el norte literario. Tal influencia gringa era condenada. Hoy Goldsmith inspira a toda la nación letrada. La nueva literatura “nacional” se inspira en varias tendencias norteamericanas que tienen en común su conformidad con el capitalismo.

Una parte creciente de los intelectuales mexicanos se forma, re-forma o radica en Estados Unidos. La nueva crítica, academia, narrativa, poesía, artes —como en otros países latinoamericanos— se hace al norte y luego se envía al sur.

Lo inmediato podría ser: re-nacionalicemos, volvamos a creer en Barcelona o Ciudad de México. Pero allí también se piensa norteamericanamente (¿lo saben?).

Ser “híbridos” es la nueva sensación que domina a la generación intelectual y artística que está llegando al poder.

La literatura mexicana actual es una combinación de los viejos valores alfonsino-paceanos —característicos de la clase social que integra mayormente a estos grupos— y los nuevos tics globales.

Todavía la programación nacionalista opera en los cuerpos pero el espíritu general de artes y literaturas en México es la apropiación de estructuras estéticas globo–norteamericanas.

Quizá los sures puedan promover la ilusión de quedarse con la Esencia Nacional. Pero sólo será moral. Los paceanos ya son hipsters.

La re-forma energética de esta literatura (¡típica!) ya es mexico-americana.

16/8/13

EL CANON QUE VIENE ES UN REM@KE

Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiaciones (Tusquets, 2013) de Cristina Rivera Garza, aborda “la escritura en su momento posconceptual y posmutante” de modo cuestionable.

Conceptualistas norteamericanos y mutantes españoles son sus referentes centrales: “en Estados Unidos como en España... desde la poesía y la narrativa... surgieron grupos de escritores que respondieron de manera creativa... ante una revolución tecnológica”. Y suma nombres mexicanos recientes. La mezcla resulta truculenta.

Define desapropiación como escritura que “busca enfáticamente desposeerse del dominio de lo propio, configurando comunalidades de escritura” y necroescritura como “producción textual que... emerge entre máquinas de guerra y máquinas digitales... de la mano de la muerte”.

Entre panegíricos de Twitter y FB, desapropiación y necroescritura no son explicados o ejemplificados a fondo.

Para ensalzar preferencias, Rivera Garza omite a quienes realmente escriben en peligro, por ejemplo, el EZLN y el hacktivismo en los 90 o los periodistas siempre en riesgo. Casi todo lo enumerado en Los muertos indóciles es posterior, diletante, dócil.

Necroescritura es un trueque. Sale de periodistas muertos y narcoliteratura. Pero este vago neologismo tiene la ventaja de barrer lo “pasado de moda”. Lleva el agua a su propio molino.

La idea de “comunalidad” que rige al libro es redes sociales y talleres literarios. Los términos son pomposos; la radicalidad, dudosa.

El libro de Rivera Garza depende de la visión de Marjorie Perloff, abogada del experimentalismo norteamericano con toques imperialistas.

“De entre todo, tal vez sean los conceptualistas estadunidenses y los mutantes españoles los que han producido las primeras obras abiertamente citacionistas de nuestra época”. La afirmación es insostenible.

Otros apropiacionismos son ejercidos desde hace muchas décadas en muchos lugares. Privilegiar a Goldsmith y mutantes españoles es despojar a esos otros. Al hacerlo alguien con el poder de Rivera Garza, el efecto es lamentable.

Las omisiones forman un libro de cronología problemática. Por ejemplo, en esta obra sobre literatur@ digit@l, Rafa Saavedra, pionero, es mencionado (de paso) por Rivera Garza con un libro del 2002 (que ella fecha en el 2006) y otro del 2009, desdibujando que él hace y piensa todo esto desde los noventa.

Con prosa heroica y condescendiente, Rivera Garza excluye a colectivos y ciberescrituras previas, experimentales sudamericanos, fronterizos, chicanos, etc., para poner en un pedestal (tardío) a españoles, norteamericanos y menciones nacionales apropiadas.

Invisibiliza, niega, borra periferias, asunto grave en una historiadora supuestamente de márgenes.

Los muertos indóciles es casi perfecto para sepultar las otras historias. Su apuesta es que —ante tantos repasos de lo reciente, mucho name dropping y alto tono poético— nadie se dará cuenta.

14/8/13

BLANCO MOVIL RENUNCIA AL APOYO DE CONACULTA


Eduardo Mosches hizo circular por email esta carta, dirigida a Conaculta, para manifiestar su inconformidad. Con su autorización, la reproduzco aquí.


De Letras y Creadores A.C.

México, D.F., a 6 de agosto de 2013


Fondo Nacional para la Cultura y las Artes/ Conaculta

Jurado del Programa Edmundo Valadés de Apoyo a Revistas Independientes, emisión 2013

Desconocidos miembros del Jurado:

La revista literaria Blanco Móvil ha surcado ciertas pequeñas tempestades económicas a lo largo de estos 28 años de existencia y ha podido mantener a flote el proyecto de difusión literaria, y más aún, consolidar el rumbo y llegar a diferentes puertos de interés cultural. Ha participado y obtenido el apoyo institucional únicamente en cinco oportunidades a lo largo de estos años. Se ha consolidado su presencia con la colaboración de textos de cientos de escritores y un centenar de artistas plásticos. Y gracias a los creadores, a la buena voluntad de amigos, de los diseñadores e impresores, supimos mantener el rumbo de forma independiente.

En el año 2012 participamos en este Programa y se obtuvo el apoyo por 100 mil pesos. Se ha cumplido en lo que respecta a edición e impresión de los diferentes números. Se creyó que era buena idea intentar solicitar nuevamente el apoyo del Programa, pero fue un error, puesto que los desconocidos miembros del jurado decidieron otorgar, no un apoyo, sino una dádiva institucional para el proyecto de Blanco Móvil, cuando resolvieron reducirlo en un 40 por ciento. 

Puedo entender la posible buena voluntad de redistribuir el poco presupuesto otorgado para apoyar a una mayor cantidad de publicaciones, pero ahí se encuentra la severa contradicción; el hecho de apoyo a la creación y difusión cultural se ha establecido bajo la consigna presupuestaria de dar lo menos. No se reconoce al hecho creativo cultural como un valor de uso, sino como un componente sucedáneo y no estructural de las necesidades del ser humano. No forma parte de la canasta básica existencial.

Ante esta resolución del jurado de reducir el apoyo a Blanco Móvil, quiero expresar que esta determinación me plantea dos posibilidades: la primera es conformarse con lo que han decidido dar, junto con la aceptación pusilánime de “peor es nada”, ingerir ese trago amargo y tragarlo en función de lo establecido. La segunda, es la de no aceptar la dádiva bienintencionada, pero dádiva al fin.

Y es la resolución de no aceptar la que ha prevalecido, pues creemos (el equipo de colaboradores) que estos 28 años de existencia marcan pautas de exigencias sociales. Que el apoyo no es un favor, sino parte de las obligaciones culturales que una institución de carácter nacional, ésta casi secretaría de cultura, debe conceptualizar y concretar.

Aunado a esta decisión arbitraria del jurado, está la postura del FONCA que plantea iguales requisitos obligatorios para la revista, tanto en la presencia de anuncios, como en la cantidad de números a ser editados. No existe proporcionalidad en la responsabilidad por parte de la institución, en su relación con el proyecto editorial.

Para este caso y otros análogos, proponemos la Creación de un Fondo de apoyo permanente para revistas independientes ligadas a la difusión de las diferentes expresiones del quehacer cultural. Revistas que tengan una presencia activa a lo largo de un mínimo de 25 años. Sería el reconocimiento a las revistas que se podrían denominar eméritas.

Sin más por el momento, me despido con un cordial saludo

Atentamente

Eduardo Mosches
Director de la revista literaria Blanco Móvil


9/8/13

GOLDSMITH Y EL IMPERIO RETRO-CONCEPTUAL

(Nota: Aquí abajo la versión en español; aquí la traducción de Guillermo Parra al inglés: http://venepoetics.blogspot.com/2013/09/goldsmith-y-el-imperio-retro-conceptual.html )

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Cuando alguien lee acríticamente a Kenneth Goldsmith pienso: necesitas informarte mejor.

Goldsmith es emblemático de la década de la guerra contra el “terrorismo”. Su obra consiste en aceptar y retransmitir (tal cual) lo que el poder emite, encontrarlo bello sin necesidad de leerlo. Usar ready-made como take-over.

Transcribe textos, hace libros de puro copy-paste, dirige ubu.com, su celebridad prospera. La “escritura no-creativa” ya es parte del canon que deseó.

Su innovación es cuestionable. Un ejemplo entre otros: Ulises Carrión hace un tercio de siglo hacía cosas que hoy abanderan norteamericanos.

Reiteran prácticas colonialistas. Vía manifiestos, antologías y membresías, borran o se apoderan de otras historias.

Su política atrae estudiantes, académicos, escritores y lectores indecisos entre lo consensual y lo arty. El conceptualismo es una manifestación cultural derivada de políticas norteamericanas expansionistas. Por eso la apropiación es su fundamento.

Su campaña de estrellato y empresa de capital simbólico usa look retro-frívolo como sistema de autodefensa.

Goldsmith en la Casa Blanca o Coldbert Report no es problema, sino su promoción de una conformidad “tonta”, cómplice del capital y las risas grabadas. Al despolitizar la escritura, quita empowerment a comunidades críticas emergentes. Su falla es ética.

Sus logros estéticos, medidos a escala internacional, pocos. No es conceptualismo sino pastiche de otros conceptualismos.

Vanessa Place o Goldsmith encarnan el expansionismo norteamericano y lo tornan buen gusto, refinamiento post-experimental, radical-soft.

Muestran qué sucede con escritura post-teoría crítica que elige abrazar al capitalismo y jactarse del twist. ¿Performance de posesión hegemónica? No. Eso amenazaría su click institucional.

Al negar su apología de la lógica capitalista y dejar abierta una supuesta ironía, máquina referencial o could-be role play, el retro-conceptualismo se desploma. Pudieron ser una denuncia performática pero quisieron espectáculo y aprobación, preferir el cinismo  a la crítica.

Andy Warhol perdió su filo. Un warholismo hoy en la literatura puede tener éxito en Estados Unidos o en países muy colonizados, respiración boca a boca entre élites blancas.

Al incrementar su adhesión a valores y poses cool conservadoras, en el Sur Globalizado su text appeal crece.

Nótese el tono exquisito de la voz de Goldsmith: crea una posición familiar a la hegemonía. La complicidad del conceptualismo aumenta conforme juega a las escondidas con las implicaciones de su programa.

Una oportunidad se perdió —si acaso existió— después de la Language Poetry: un repunte del izquierdismo en la poesía estadounidense. No sucedió. Love-Obama-tomía llegó.

Los propios Language perdieron credibilidad al alentar herederos de ideales reaccionarios.

El experimentalismo norteamericano se convirtió en joyería fina. 

3/8/13

BIG BROTHER, TODOS TUS GADGETS


Llegamos al fin de 1984, la novela de George Orwell sobre la sociedad de control. Orwell buscaba denunciar la autoridad, la división de clases y ese oxímoron oxidado: el “futuro humano”.

Como todo escritor, Orwell no logró mucho. Pero retrató el lavado de cerebro que todos los hombres compartimos, sin excepción.

No vio el futuro. 1984 fue publicada en 1949. Orwell describía —llevándolo al límite— lo que el mundo ya había vivido durante milenios.

Su novela es una distopía, apocalipsis sin Dios, aunque con un personaje mesiánico, acosado por el sistema del Gran Hermano.

Tanto 1984 como Animal Farm narran, con una trama y personajes tan esquemáticos como memorables, un orbe policiaco y un informe de la manipulación y el adoctrinamiento global.

Ahí todo tiene el nombre contrario a su función real. La guerra es la paz; la ignorancia es la fuerza. Cualquier semejanza con México o Estados Unidos son meras reincidencias.

Burocracia, vigilancia, tecnología, medios, propaganda, obediencia, violencia e irrealidad son las claves de 1984.

Winston Smith —el protagonista que intenta resistir al Estado policiaco— busca un hueco en el sistema. Pero el sistema lo caza.

Como otros jóvenes, junto a 1984 leí a Huxley, Marx, Debord, Philip K. Dick, Baudrillard y Sci–Fi que encontraba aquí y allá. Hoy no creo en las teorías de un dominio espectacular. No hay necesidad de lo totalitario para tener control total.

Cuando el Challenger explotó y la humanidad lloró la destrucción del transbordador que era símbolo de la Guerra Fría y el gobierno norteamericano, llegamos a 1984.

Pero ya llegamos a la época que millones de personas (o perfiles) informan en las redes sociales qué piensan, sienten, quieren y hacen las 24 horas del día de su reality life.

Facebook es trabajar, por el puro gusto de hacerlo, para el FBI.

Como reza una reciente y linda portada de Vanidades (México): “La CIA inspira a Hollywood”.

Internet, los teléfonos y todo tipo de cámaras nos vigilan. Los norteamericanos espían gracias a Yahoo, Google, Microsoft, etcétera. Todo es almacenado. E–mails, chats, posts. Todas las computadoras son accesibles.

 No necesitamos a Julian Assange o Edward Snowden para saberlo. El propio Obama lo admitió. El Gran Hermano nos vigila. Esto no es noticia o teoría de la conspiración. Desde hace poco, ya es información oficial del propio gobierno de Estados Unidos.

Lo crucial no es que ya funcione abiertamente sino que ya se consolidó la nueva actitud ante el Gran Hermano, como lo prueba el uso fervoroso que hacemos de cada uno de nuestros gadgets.

Antes era una figura paranoica, un monstruo espectral, hoy, en cambio, la vida de cualquier ser humano ya puede resumirse con aquel epitafio con que termina 1984: “Amaba al Gran Hermano”.