26/7/14

FOUCAULT 30 AÑOS DESPUES

Foucault cumple 30 años de muerto y en los últimos años, desde Francia hasta Estados Unidos, su legado se altera.

Todavía en los noventa identificábamos a Foucault con Las palabras y las cosas, La arqueología del saber, Vigilar y castigar y sus distintas obras (variaciones) sobre la locura. Conocer a Foucault era conocer esos libros.

Eso ya cambió. A partir del fin de siglo comenzaron a publicarse sus cursos en el Collège de France (impartidos en los años setenta y ochenta). Y esos cursos alteran qué es Foucault.

En retrospectiva, La hermenéutica del sujeto, publicado hasta este siglo, podría ser su obra más revolucionaria (y estimulante).

El Foucault de los cursos no termina de asentarse; todavía una buena parte de los lectores del pensamiento posmoderno al pensar en Foucault piensan, sobre todo, en la clínica, el fin del Hombre, el panóptico, el orden del discurso, las redes del saber y el poder.

Pero sus últimos cursos nos han enseñado a pensar en Foucault en términos de biopolítica y el cuidado de sí, por ejemplo. Los cursos de Foucault ya son tan influyentes como sus libros. Todo gracias a sus estudiantes y viejos casetes.

Entre sus libros y sus cursos median los tres volúmenes de su Historia de la sexualidad publicados en 1976 y 1984 (año de su muerte). Pero si los leemos sin predeterminarlos como supuestos puentes coherentes entre ambas partes, es claro que estos libros son tentativas, cuyas ideas muchas veces son superadas en sus lecciones en Francia o conferencias en Estados Unidos.

Creo que Foucault lo sabía y no logró resolver qué hacer con estas reflexiones, cómo cerrar y firmar a modo de libro todo aquello, ya que, en más de una manera, problematizaba sus bases intelectuales previas.

Al final, Foucault estaba pensando en Grecia, la ética, el sujeto y la política de un modo que no lo había hecho antes. Pero quizá no quiso aceptar, acelerar o realizar una ruptura completa consigo mismo y la modernidad y nos quiso hacer creer que Kant o su proyecto de una historia de la sexualidad eran el fundamento y el cauce de aquellas reflexiones.

Algo, sin embargo, se mantuvo firme: Foucault pensaba no desde el Ser o la Razón, sino desde la historia y los archivos. No era un filósofo sino un analista, como gustaba precisar.

Pero si en sus libros Foucault se constituyó como el pensador que ayudó a sepultar la figura del filósofo como sabio; en sus cursos finales, estaba pensando en cómo el sujeto se modifica a sí mismo para poder conocer la verdad.

Resulta fácil pretender que su interés en la figura del sabio fue una más de sus investigaciones académicas, pero es claro que Foucault estaba repensándose, aunque murió sin haber dado el salto.

Qué difícil decirlo: Foucault estaba adelante de casi todos los hombres pero murió todavía detrás de sí mismo.

18/7/14

¡VAN GOGH, ARTAUD, COMBO!

En la fachada del Museo de Orsay en París, los grandes rostros (sexys) de Van Gogh y Artaud publicitaban los últimos días de la exposición. Aquello era macabro e irónico. Inevitable hacer fila, asistir y retorcerse.
  
   Van Gogh / Artaud, el suicidado por la sociedad fue excesiva. No solo había medio centenar de obras de Van Gogh, sino la mirada de Artaud sobre ellas (y su propia obra visual). Los dos grandes monstruos por un puñado de euros.

   La curaduría decidió releer a Van Gogh a través de lo que escribió Artaud. Pero al leer la exposición mediante ese mismo texto, todo cambiaba. Surgían deseos de usar una escopeta.

   Según Artaud, no fue locura sino lucidez lo que rigió a Van Gogh y fue el rechazo de la sociedad lo que lo condujo al suicidio.
  
   ¿Cómo no sentir escándalo de Van Gogh y Artaud reunidos para el turismo parisino?
   
   Los artistas genuinos son molestos a sus contemporáneos porque dan un salto técnico que impide que públicos y expertos asimilen su obra y porque sus ideas y visiones son una verdad que ciudadanos y colegas no logran soportar.
  
   Los grandes artistas hieren las psiques gemebundas, que reaccionan ante este ataque lanzando mierda contra los artistas.

   Luego esos artistas mueren. Y los envidiosos y ofendidos se pudren también, y el rechazo es sustituido, finalmente, por admiración, modas y subastas.
  
   Retrospectivamente, quienes eran molestos y amenazantes son convertidos en joyas y nacionalismos, enriqueciendo a toda clase de museos, catálogos y patanes.

   En el fondo, Artaud, por ejemplo, solo fue un agente radical para su propio tiempo. Para el nuestro es mera mercancía chic, un loco francés pre-norteamericano, un tarahumara galáctico o unas obras completas en Gallimard.

   Ni Van Gogh ni Artaud deberían existir ya. Sus obras deberían auto-destruirse en defensa propia.

    Aunque la sociedad no lo permitiría. Lo que antes fue amenazante hoy es un negocio redondo. Muertos los artistas, sus obras están más indefensas que nunca.

   Ahora bien, ya casi no hay artistas. Prácticamente todos los que hoy simulan arte no desean diferenciarse en nada de los ciudadanos regulares; al contrario, si algo caracteriza a las artes, letras y academias de nuestro tiempo es el deseo de resultar cool y aceptable, vendible y pertinente, linkeable y likeable, adaptado y adoptable.

   Hoy los artistas hacen todo lo posible para dejar claro que son personas normales. Antes eso daba náusea; hoy, seguidores.

   A Van Gogh y Artaud todavía se les exhibe como a desquiciados geniales. Pero si observamos de cerca, poco a poco, incluso dejan de ser eso y se convierten, plenamente, en souvenirs y screensavers para los normales.
   
   La oreja cortada de Van Gogh ya es un arete OK.
   
   Pero insuficiente: necesita venir acompañado de videos de Artaud que todavía no estén en YouTube.

12/7/14

UN NUEVO PUNTO DE PARTIDA: DUSSEL

Durante décadas, el lector ha sido engañado acerca de las obras (hechas en México) que debe conocer.

    El autor mexicano más importante de este momento es Enrique Dussel. Esto no es ningún secreto. En ciertas cátedras dentro y fuera de México, Dussel ya es canónico.

    Dussel es filósofo, marxista y descolonizador. Es argentino de nacimiento, mundial por proyección y mexicano por decisión propia. Llegó a México en 1975 y escribió Filosofía de la liberación, su breviario fundamental.

    Desde entonces, su obra se ha expandido hasta convertirse en una reinterpretación cada vez más sistemática de la historia entera de la filosofía.
   
    Hoy no se puede pensar desde el “Pienso, luego existo” de Descartes —mostrado como “Yo conquisto, por lo tanto, yo soy”— hasta la presencia de la teología en Marx, sin pensar en Dussel.

    A pesar de la extraordinaria relevancia de estas aportaciones, en la discusión intelectual mexicana hay un ocultamiento de Dussel. 

    En todo el continente, en realidad, no posee suficiente visibilidad, debido a derechismos, ignorancia, mala distribución o distracción. 

   Y en la oferta editorial su obra está dispersa y muchas de sus decenas de libros, agotadas. Dussel lo sabe y por eso digitalizó su bibliografía y la hizo accesible en www.enriquedussel.com

    Su obra debería estar al centro de la discusión. Pero si la intelectualidad mainstream mexicana reconociera el lugar de Dussel, ese circo se vendría abajo.

    Un defecto de la obra de Dussel es que puede ser desigual y repetitiva. Además, tiene algunas zonas de generalización y mitificación remanentes de cierto romanticismo latinoamericanista y hay un exceso de colonialismo religiosado (cristianismo) atando algunas de sus visiones. Esas son las condescendencias teológicas de Dussel. 

    Un desafío a su recepción es que para leerlo hay que entender filosofía, tener una perspectiva anti-eurocéntrica y ser sensible a los problemas sociales de la modernidad y la globalización. La influencia de Dussel, por ende, crece pacientemente. 

    Nuestro reto es ir más allá de Dussel con Dussel: estudiarlo a profundidad, radicalizarlo y superar esas zonas en que todavía se mantiene colonial, complaciente o esquemático. 

    Hay que ser críticos con Dussel pero sin olvidar que él es más pertinente que cualquier intelectual mexicano vivo y que su obra es, a final de cuentas, más importante que la de Alfonso Reyes u Octavio Paz, a quienes no debemos ignorar —todo lo contrario: debemos leerlos muy críticamente—, pero si alguien conoce a Reyes o Paz y no conoce a Dussel, comete un terrible descuido. 

    Dussel escribe buscando explicar la realidad, partiendo de la filosofía y teniendo como meta reescribir el pasado, presente y futuro de la civilización. Si el campo intelectual mexicano quiere retomar el camino, nuestro siglo debe comenzar siendo dusseliano.

4/7/14

VOLVER A LA FILOSOFÍA


La filosofía debe volver a estar en el corazón de la vida artística. No me refiero a las premisas o postulados de la filosofía moderna, sino a la reflexión filosófica que parte de una crítica severa de la historia de la filosofía. 
    
En toda América las literaturas hoy están demasiado alejadas de la filosofía. 
    
Aunque algunos círculos argentinos o norteamericanos, digamos, se acercaron a la teoría de posguerra y las secuelas posmodernistas, ese acercamiento benéfico terminó por relajarse. 
   
Además, el posmodernismo ya casi no era filosofía sino filosofía herida por la ironía de la literatura moderna. 

Debemos volver a Heidegger. Quien crea que en tan pocas décadas se puede agotar la obra de un filósofo de la dimensión de Heidegger, no entiende filosofía. 

Tomó siglos entender a Platón y Aristóteles. Nos tomará varios siglos entender a Heidegger. Los norteamericanos —que dominan hoy la intelectualidad occidental— no entienden esto, y en Latinoamérica Heidegger casi no alimenta a la creación y el pensamiento. Gran error.

Impera una frivolización en las estéticas de todo el planeta, que se debe a que hay una mayor distancia del corpus y la actitud filosófica que en otras épocas. 

Volver a la filosofía significa quitar el énfasis en pretender lo agradable, que es donde la literatura y el arte contemporáneo se han estacionado (por temor a separarse del espectáculo).

Vivimos una época tan dañada que incluso vincular la escritura o las artes a la verdad o la justicia es considerado “pasado de moda”. En la estética hoy dominan criterios de pasarela. Ya casi nadie se atreve a deslindarse de las opiniones y gustos de los funcionarios, redes sociales, empresas o burocracias intelectualoides. Casi todos buscan ser populares. 

El derrocamiento de la filosofía es un triunfo del capitalismo encabezado por Estados Unidos. Al perderse ese vínculo con la filosofía —fractura que también se debió a la crisis de la filosofía europea— se le sustituyó con un vínculo con el mercado. 

La venta se hizo más importante que la verdad. La ley de la oferta–demanda se volvió el criterio esencial de la estética. Por eso vivimos este momento de decadencia general de los “productos” artísticos. 

Regresar a pensar y crear desde la reflexión filosófica debilitará el poder del mercado y pondrá en crisis a las literaturas y arte comerciales y pseudo comerciales. De esa crisis saldrá lo que sigue. 

El mercado ya produjo la literatura y el arte que podía producir. Y ya fabricó a las líneas de creadores en serie que difícilmente podrían renovarse: no son sujetos sino otra mercancía. 

Las siguientes generaciones deben volver a la filosofía: reinventarla. 

De no hacerlo, la literatura y el arte desaparecerán porque para el mercado mismo ya casi son inservibles.