COMENTARIO #1
En las última semana —a partir de mi texto sobre
Rulfo— Geney Beltrán me ha criticado irónicamente en su cuenta de twitter. Primero dijo que mi discusión con Pablo Raphael y Tryno Maldonado era una "mutua masturbación pública". Le pedí respeto y no sólo no se disculpó sino que alegó que era yo quien no entendía la índole literaria de su ironía.
Luego me reclamó que no diera nombres en el texto sobre Rulfo. (Quizá se sintió aludido). Lo curioso es que condenaba que no diera nombres en el texto sobre Rulfo y cuando los di (en mi discusión con T. Maldonado y P. Raphael) me condena por hacerlo. Le dije a Beltrán que no entendía su incoherencia.
Hemos intercambiado comentarios. Cuando insistía en que él era un crítico que defendía la literatura, le recordé que su invitación hace unos años —como editor del Fondo de Cultura Económica— a que yo le enviara un libro de ensayo. Pero, aclaraba, yo debía omitir textos críticos a Paz, que era "autor de la casa".
Me negué. Soy un escritor y no acepto censuras o peticiones de esa clase. En sus tuits recientes, ha dicho que, según él, me dijo eso para no decir que mi texto era "pésimo" y no pasaría un dictamen del FCE; es decir, en lugar de reconocer su error ético como editor del FCE y decirle a un colega que se censurara con tal de publicar ahí, me echa tierra de nuevo. No lo considero justo y más bien es una nueva ofensa de su parte. Como colega, entonces, creo necesario responderle.
Para que el lector decida, aquí están las partes de esa charla que se refieren a Paz (publicada en la revista
Alforja, núm. 28, México, primavera del 2004).
"MUERTE CRITICA DE LA POESIA MEXICANA"
(los dos fragmentos sobre Paz, que Beltrán descalifica).
"Cedo el micrófono a Donald Hall, inventor del
término McPoema a mediados de los años ochenta:
“[las características de los
McPoemas son] ...ser frecuentemente legibles, encantadores, graciosos,
conmovedores, algunas veces incluso inteligentes. Usualmente son breves, se
parecen unos a otros, y no hacen grandes afirmaciones sino que conectan unas
pequeñas cosas con otras pequeñas cosas” (citado
en Opposing Poetries, de Hank Lazer, Northwestern University Press,
Illinois, 1996, p. 21.)
En Estados Unidos y México este tipo de
McPoema, creo, es el que domina en la enseñanza de talleres literarios,
universidades, antologías y revistas. Si tuviera afán de molestar gente —hoy no
lo tengo, hoy estoy más bien enfermo—
podría citar poemas de este tipo recientemente escritos en México. Este
poema se trata de una estrategia para utilizar estilos y ritmos consagrados
—los derivados, digamos de Marco Antonio Campos, Octavio Paz, o cualquier otro
poeta del pasado inmediato— para re-producir el sujeto poético tradicional y su
mundo de pequeñas cosas. En valiosas recopilaciones como Manantial
latente o Generación del 2000, sin embargo, hay mucha macpoesía.
También —es justo decirlo— hay alguna
escritura interesante.
La poesía mexicana, sobre todo la más joven,
aquella que podríamos llamar de la “Generación Tierra Adentro”, tiende a ser
conservadora. Quieren escribir como semidioses o, por lo menos, secuestrados
por las musas. Virtualmente no existe el experimentalismo. Está palabra, de
hecho, causa risa o desconfianza. Ese es el gran problema de la poesía mexicana
contemporánea: no experimenta con las estructuras, como sí lo hizo Octavio Paz
o Gorostiza, por cierto. El verso mexicano, desde ellos, no ha cambiado
drásticamente, como ya tuvo que haberlo hecho. Llaman mi atención, eso sí,
autores que experimentan como Gerardo Deniz o Alfonso D’Aquino, que aunque no
me parezcan grandes poetas sí es muy apreciable su voluntad de escribir distinto.
Otros dos poetas que experimentaron con el lenguaje mexicano fueron Efraín
Huerta y Eduardo Lizalde, quienes particularmente me gustan como escrituras que
encuentran y desencuentran el lenguaje de la ‘cultura de masas’ con el
‘lenguaje culto’ que de siempre ha manejado la poesía versística."
[Otro fragmento que toca a Paz]:
"El otro gran problema que se refleja en el
conservadurismo estructural del verso mexicano contemporáneo, es su alianza
ideológica con los poderes hegemónicos. Soy de la posición de que después de
Octavio Paz, no se puede escribir poesía en México. Hemos llegado a su muerte
crítica, de la cual la negación de su carácter ideológico es parte de la
necropsia. Escribir poesía a partir de Paz sería poco ético o cínico. O, si
hacemos pastiche de Teodoro Adorno, sería barbárico. Paz —considerado la cima
de la poesía nacional— terminó usando la más alta poesía, la de William Blake,
para alabar a dos figuras execrables, la del presidente mata-indígenas Ernesto
Zedillo y la del empresario mediático Emilio ‘El Tigre’ Azcárraga, responsable mayor
de la corrupción del lenguaje mexicano público junto con el discuro
gubernamental. Me refiero al último texto que leyó Paz. Su testamento. Leído en
la fundación que hasta hace poco llevaba su nombre, recién removido cuando el
‘poeta’ ya fue utilizado y, por lo tanto, ahora es intercambiable.
Para los que tenemos mala memoria, cito aquí
esas palabras de decadencia y final de nuestro poetizar:
"...Mi afecto y mi
admiración por Ernesto Zedillo...
“Me ligan lazos recientes,
pero muy profundos, de amistad con él...
"No cesa de asombrarme
la forma generosa con que me ha tratado en estos últimos meses...
"Ello me ha hecho,
incluso, cambiar en buena medida mi idea no sólo de los hombres sino muy
especialmente, de los hombres políticos...
"...Yo era, de todos
modos, amigo de Emilio Azcárraga, este apasionado de las discusiones... Era un
personaje que habia exaltado la vida pública mexicana no con una espada... pero
sí con una gran dosis de novedad, de originalidad y, digamos la verdad, de
generosidad... no era sólo "El Tigre" sino también un ser solar: los
tigres son animales solares como nos recuerda William Blake:
Tiger, tiger burning bright
In the forest of the night
"Bueno, esta mezcla de
oscuridad y de luz caracteriza no sólo al "Tigre" sino también a
todos nuestros amigos...." (Anuario de la Fundación Octavio
Paz, núm. 1, Ciudad de México, 1999, pág. 12-13).
¿Habrá que añadir algún comentario a esta
cita espantosa? Paz —que gustaba recordarle a Neruda sus pecados políticos— fue
haciéndose cada vez más conservador, hasta terminar sus días usando al gran
Blake —es decir, la poesía visionaria— para halagar precisamente a las dos
fuerzas sucias que están destruyendo nuestra lengua, el gobierno mexicano y las
televisoras, que están impulsando la americanización del país. Lo mismo hizo
años atrás cuando negó que en México viviéramos una dictadura perfecta (Mario
Vargas Llosa verbatim).
Además que Paz al hablar de Blake, el amigo y
protegido de lo Obscuro, haya evocado la figura de Azcárraga, en cuya política
televisiva veía —o más bien: oía— un eco de los tigres de la noche, cayó en una
dolorosa reminiscencia que Paz elabora en “Hora cumplida”:
En nada se parece
el sobrino del césar al revolucionario de Sonora, aunque Alfonso Reyes, es unas
página que todavía se leen con rubor, al hablar de Virgilio, el amigo y
protegido de Augusto, haya evocado la figura de Calles, en cuya política
agraria veía —o más bien: oía— un eco de las Geórgicas. (Mientras digo
esto, la sombra de don Alfonso me mira, no sé si enojado o contrito. ¡Perdón, tenía que decirlo!”.
Juvenal —el mismo que inventó la expresión
“Pan y Circo”— decía que la sola idea de una “Roma Griega” le parecía
insoportable. Personalmente sólo consideraría poeta a alguien que la sola idea
de un México norteamericano le parezca repudiable. Lo que quiero decir es que
la combinación primordial entre poética y crítica en nuestra época —el amanecer
rojizo del siglo XXI— es volver a hacer que el poeta se vuelva un intelectual,
un crítico, pero no de los poemarios de sus amigos o enemigos (la reseñitis),
sino un crítico que intervenga en la formación de la nueva sociedad y en el
ataque contra las instituciones y corporaciones que ahora nos dominan.
La Segunda Conquista ya sucedió. Tenemos que revertir este nuevo
colonialismo. En ese sentido, sólo la escritura post-colonialista me parece
adecuada para nuestra circunstancia.
A nivel ideológico, pues, considero que el
texto poético auténtico es aquel que utiliza la autoconciencia de la clase,
género, raza y cultura para hacer un tejido más complejo, y no sólo una serie
de delicias o falsos avistamientos sobre lo pseudo-Eterno.
Debido a que el lenguaje es un corpus del
sujeto-con-los-otros, del ser-en-el-mundo, yo-y-mi-circunstancia, la función de
ese sujeto es hacer autoconciencia de su participación mundana e histórica, de
la serie de relaciones en que consiste el lenguaje, yendo más allá de la
‘expresividad’ singular que se le atribuye convencionalmente a la figura del
artista o el poeta. El poema no es su reflejo, a lo más es su refracción. En el
poema, sobre todo, leemos y se entretejen las relaciones epocales."
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Posdata: Esta charla-lectura la preparé cuando tenía 28 años, el 21 de mayo del 2003, en la Casa del Poeta, Ciudad
de México. La amable invitación corrió a cargo de María Rivera. El otro participante fue José Vicente Anaya. Esta es la única ocasión que he sido invitado a la Ciudad de México a dar una charla sobre literatura mexicana. Confieso que lo disfruté y creo que también lo disfrutaron los asistentes.
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COMENTARIO #2. RESPUESTA A GENEY BELTRAN
No discutiré sus gustos literarios. Cada ser humano posee gustos literarios distintos. Si no le gusta mi obra está en todo su derecho. Conozco otras personas que comparten su disgusto y, asimismo, otras que no.
El mismo día que Beltrán dice que mi obra no existirá para la literatura mexicana, apareció en Estados Unidos este texto sobre mi libro de Olson y el imperialismo: leer aquí
En México, la crítica lleva años descalificándome y condenando mi obra al olvido. Tengo una colección completa de esos textos.
En este otro texto, un escritor norteamericano dice que mi obra sirve a los escritores norteamericanos a realizar una autocrítica. No voy a negar que me alegra que allá mi obra sirva para algo y sea discutida.
Entonces, los escritores sabemos que a unos les gustan nuestros libros; a otros no, y, en ambos casos, eso no relevante para lo que hacemos: textos y libros. Los escritores no podemos depender de la crítica, porque cualquier persona puede serlo y, entonces, la crítica no es un criterio de calidad sino una forma de dar tu opinión. Y todas las opiniones son válidas si tienen argumentos.
Ahora, tampoco voy a negar que pienso que críticos como Geney Beltrán cometen los mismos errores de siempre, los mismos: las falacias, la burla, la censura, el ninguneo, el desprecio, la ironía, el rechazo a todo lo se niega a aceptar su autoridad. Una autoridad, por cierto, ya cayéndose.
Por otro lado, creo que Geney Beltrán no se da cuenta que defiende a un sistema corrupto.
Al defenderlo, además, en lugar de aceptar su error, me echa más tierra, busca desacreditarme más. No puede aceptar que buscó proteger a Paz (y a sí mismo) al pedirme que excluyera ensayos críticos sobre Paz cuando él era editor del Fondo de Cultura Económica.Yo nunca había contado esto —que Beltrán no tiene más remedio que aceptar que hizo debido a la existencia de pruebas— pero los últimos días Beltrán ha sido tan grosero que tuve que recordarle aquella grosería inicial.
Encima de 1) pedir censura, 2) querer justificar con mentiras que lo hizo y 3) echar todavía más tierra a la persona a la que le hizo eso, ahora Beltrán quiere ocultar sus actos diciendo que, en realidad, me dijo que no le enviara textos críticos sobre el "autor de la casa" (y notemos que Beltrán sabe que no puede negar haber usado esa expresión) para no herir mi sensibilidad, porque lo que, según él, quiso evitar que por ese texto mi libro fuera rechazado, ya que el texto era "pésimo". La historia que Beltrán inventa no tiene coherencia. Es a lo que pudo llegar.
Ahora, por cierto, dice que publicará un texto contra mis textos en que se siente aludido.
Como si todo esto no fuera suficiente, para colmo, Beltrán defiende la censura que en otra ocasión me aplicaron en la revista Tierra Adentro cuando escribí sobre Carlos Fuentes, y como no cambié las partes críticas sobre Fuentes, no publicaron mi texto.
He platicado con una de las personas encargadas de la edición de ese número y estuvimos de acuerdo en dejar el hecho atrás. En otro caso, una persona de la propia revista, en privado, me pidió disculpas por lo ocurrido. Geney Beltrán, en cambio, a sabiendas de que puede hacer comentarios sobre ese precedente para ocultar sus propios actos, lo revive como si fuera un ejemplo de que yo soy el problema, yo soy el escritor intolerante que no acepta "recomendaciones" (así le llama a la censura); convierte una falla de editores (al pedir remover partes críticas de un texto) en un error mío.
Beltrán en lugar de mostrar solidaridad con un colega que defiende la libertad de expresión, me difama y caricaturiza. Eso, en mi opinión, no tiene nombre. O tiene, pero no quiero escribirlo, por respeto a los lectores.
Ese tipo de actos ocurren constantemente en países donde los intelectuales se ponen al lado de políticas represivas, autoritarias, no-democráticas. Las voces que no aceptamos censura (abierta o disimulada), que no aceptamos callar, hacernos que no vemos u oímos, no sólo no somos respetadas sino, al contrario, se busca desacreditarnos, ningunearnos, afectarnos a sabiendas de que son ellos quienes tienen el poder y, efectivamente, su labor de desacreditación tiene efectos en contra nuestra.
Todo un grupo en el poder cultural en México estaría muy contento si yo no existiera.
Inexplicablemente, Beltrán dice que soy yo quien descalifica moralmente. Cuando todo esto comenzó por sus comentarios groseros en twitter, después de los cuales le pedí respeto como colega, algo que Beltrán, al parecer, desconoce. Aquí vuelve a incurrir en ninguneo, generalidades, mentiras.
Mi respuesta, en general, ya se le dije. Huye de ella. Obviamente, no puede decir nada:
Geney Beltrán dice que mintió entonces; yo digo que miente hoy.
En algo estamos de acuerdo:
Geney Beltrán miente.
Le deseo mucha suerte en el camino que ha elegido.
Con todo respeto, a él y al sistema de poder que protege y obedece, les reitero que mi crítica a esa hegemonía en México y Estados Unidos será permanente, sin tregua, sin concesiones y hasta un instante antes de mi muerte.