5/1/13

LO QUE LA IGLESIA NO QUIERE QUE LEAS


La lectura es parte del proceso de secularización y la Iglesia lo sabe.

Leer puede separar de la fe. Por eso voceros eclesiásticos realizan una exitosa, permanente e intensa campaña —nunca comentada— contra los libros laicos.

Daré un ejemplo, entre muchos posibles. Hace poco, al salir de una librería, una persona se acercó. Me ofreció lo que llamó “una mejor lectura de Navidad” y me pidió mostrarle lo que había comprado. Entonces me habló —muy amablemente— contra el tipo de libro (de tema prehispánico) que compré.

Quedé tan intrigado que le compré uno de los números de la revista que vendía (y explica por qué no debo “seguir leyendo esas cosas”).

Se trata del número 163 (2012) de Inquietud Nueva. Revista Católica de Evangelización de circulación nacional por los Misioneros Servidores de la Palabra, que contiene el artículo “Leer un libro. El ‘dolor de cabeza’ de la sociedad” de A. Alfredo C.

El texto aborda los libros “no provechosos” que han “ensuciado sus páginas con el sinsentido, los antivalores o la confusión”.

Critica que las “estadísticas marcan simpatía por la ficción, la superstición y la ambición económica” y que “en México el problema no solo es que no leemos sino también lo que leemos. Pues entre no leer y leer basura literaria hay poca diferencia”.

Entre esta “basura literaria”, la revista retoma una lista que incluye Morelos: morir es nada de Pedro Ángel Palou, La suma de los días de Isabel Allende y ¡Cien años de soledad de García Márquez!

Y “falsas enseñanzas” como Los cuatro acuerdos: un mundo de sabiduría tolteca de Miguel Ruiz y No temas el mal, el método Pathwork para transformar el ser interior de Eva Pierrakos.

(Nótese, por cierto, que muchos literatos mexicanos coinciden con la iglesia católica en el desprecio de obras de “superación personal”, aunque el grueso de lectoras y lectores indica que estos libros les interesan).

Otro artículo condena a los médicos tradicionales mexicanos, cuyas magias define como “recurso a Satán” y en otro texto una foto de cuatro muchachas y un joven rapado (influido por la estética chola) ilustra cómo no hay que vestirse para ir a misa.

No hay nada raro en la satanización de la Iglesia contra las cosmovisiones indígenas: desde los primeros misioneros del siglo XVI, así ha sido. Nada raro tampoco que las culturas urbanas fronterizas sean vistas como incorrección o desvío.

Tampoco nada de raro en la condena religiosa contra muchos libros. La Iglesia ha perseguido a los libros desde hace muchos siglos.

Cuando en México decidamos entender a fondo por qué la lectura no ha podido extenderse se tendrá que señalar que la condena de la Iglesia contra los libros se ha filtrado por toda la cultura.

Frecuentemente, desde el padre de familia y el profesor hasta el literato y el presidente, al hablar de libros la Iglesia todavía tiene La Palabra.