* Este texto lo entregué antes de que Peña Nieto se apropiará de la frase "Todos Somos Ayotzinapa"; creo que esta apropiación (y, a su vez, la de "compas" por parte de las protestas) reitera la lógica discursiva que aquí explico.
PALABRA PATRIA, CASA BLANCA
Si analizamos el lenguaje verbal de las protestas por Ayotzinapa, ¿qué nos dicen de la relación de la sociedad mexicana con las palabras?
Estas son palabras clave del 2014 mexicano: “Fuera Peña”, “Ayotzinapa”, “Todos Somos Ayotzinapa”, “Fue el Estado”, “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Todas estas palabras tienen algo en común: son palabras para volver Adentro.
Son palabras que desean recuperar un límite. Un sistema de vida que en realidad es transnacional, es ocultado por un nombre altamente local: “Ayotzinapa”. La fuerza de esta palabra reside en producir la ilusión de que el problema es local.
“Fuera Peña” nos dice que pensamos nuestra realidad como algo cerrado, auto-contenido y por eso se imagina la salida del presidente como la solución. Igual sucede al pedir “Estado de derecho”, otro anhelo doméstico.
“Fue el Estado” (…mexicano) no sólo es una acusación a un gobierno que se deslinda de responsabilidades sino el sueño de que la globalización nunca llegó aquí, de que PAN y PRI mantienen la soberanía.
Si la sociedad aceptara que lo ocurrido rebasa con mucho lo nacional, quizá no sabría cómo luchar, contra quién; por ende, imagina que el enemigo es principalmente interno.
¿Podrían las protestas aceptar que fue el capitalismo (es el capitalismo)? ¿Que Ayotzinapa es Ayotzi-Nafta? Como es Nafta-Narco todo lo que ocurre aquí y allá.
Las protestas están funcionando con palabras falsas pero útiles, es decir, ideológicas, que las protegen del shock de lo real.
Palabras para formar un caparazón (en un momento global).
Nótese la insistencia de los números en los últimos descontentos; de YoSoy132 a Los 43, como si los números a la vez que rebasan el poder contenedor de las palabras de auxilio, asimismo, acuden para darnos la certeza de que el límite puede ser contado.
Hay una ilusión nacionalista, una nostalgia de lo local, coloreando las protestas y al hacerlo se aíslan de su contexto mundial: las explosiones globales de los últimos tiempos, desde la primavera árabe hasta Occupy, desde Chile hasta Grecia. Son batallas semi-populares contra una misma guerra neoliberal.
¿Pero sabe la sociedad mexicana cuál es la guerra o quiere meter la cabeza en una fosa para no ver nada más?
En Ayotzinapa los exterminaron; en California, por ahora, les suben colegiaturas. Pero es la misma macro-economía, las mismas compañías arreglando negocios con políticos (intercambiables).
En las mismas fechas que Ayotzinapa sucedió algo similar en Saweto-Ucayali (en la Amazonía peruana). Y en Palestina.
Las palabras de la protesta en Nafta del Sur nos dicen que las palabras están siendo usadas para creer en una Vida Nacional.
Esta ideología, por cierto, es el punto de acuerdo entre el gobierno y las protestas: la familiar palabra patria. El lenguaje como nuestra propia Casa Blanca.