En “La Ciudadela de los libros” (El País, 2-12-2012), Vargas Llosa elogia el sexenio de Calderón (y a Consuelo Sáizar en Conaculta), por reunir los acervos de J. L. Martínez, Castro Leal, García Terrés, Chumacero y Monsiváis.
Vargas Llosa termina diciendo: “no creo equivocarme si digo que, una vez que pasen los años y se vayan desvaneciendo de la memoria histórica las violencias de estos años asociada (sic) al narcotráfico,
El Nobel debería ya saber que oponer “civilización” a “barbarie” es visión anacrónica, colonial, ridícula ya en el siglo XIX —aun el tremendo Lucio V. Mansilla lo reía—; no entiendo, entonces, a Vargas Llosa en el siglo XXI usando términos tan falaces, tan clasistas, tan fáciles.
¿Y a qué “barbarie” se refiere? ¿A los narcos que son genéticamente perversos, diabólicos, inexplicablemente violentos? Por supuesto que no: esos “monstruos” o “bárbaros” no existen. Son una fantasía.
Se refiere a los narcos reales, supongo, aquellos que como sociedad construimos mediante el autoritarismo familiar, escolar, eclesiástico, mediático y político. Aquellos que llegan al crimen por la desigualdad, el desastre educativo, la violencia física, emocional o psicológica que sufrieron y ahora devuelven al cuerpo social, del que también aprendieron a competir sin sentir.
Si Madame Bovary hubiera nacido en zona marginada de Sinaloa quizá sería una “madame” bárbara. Quizás una sicaria “salvaje”, una mula del narco. Por mala suerte de nacer en pueblo machista o barrio jodido quizá nunca conocería el lujo de los libros. Quizá por pura pena no se asomaría siquiera a bibliotecas. Si bien le iba: “Mija, migra”.
Vargas Llosa yerra si cree que la “barbarie” es distinta de la “civilización”. En realidad ella orilla a muchos de distinto modo (casi siempre desde edad temprana) a cumplir el rol de “bárbaros” para que nosotros, Los Civilizados, podamos ocultar nuestra colaboración, sentirnos superiores e incluso tele-indignarnos.
Justo cuando Vargas Llosa soñaba un “enclave de civilizacion invulnerable”, en
Ellos —los nacos, los narcos, los anarkos— quedan fuera de esa pulcra Ciudadela que acoge los libros que en nuestro México tan inequitativo, la rapiña gubernamental y sindical impide que lleguen a los niños.
Una parte de esos niños serán los “vándalos” del futuro y no faltará un escritor que, ante tal grey astrosa y tribu callejera, contraste la violencia de esos “bárbaros” con el sereno éxtasis de una gran biblioteca de cinco escritores respetados.