29/3/14

EL EFECTO PSICOLOGICO DE PAZ

Octavio Paz conjuga contrarios. Su prosa consiste en inspirar una síntesis que nunca ocurre y, a la vez, una lucha que tampoco acaece. Esa definitoria presencia de oposiciones metafísicas y épocas distintas produce el fuerte efecto psicológico llamado “Octavio Paz”.

El mayor efecto de Paz, en realidad, no se produjo por sus libros sino por la televisión mexicana. En TV fue donde Paz se consolidó como el gran intelectual nacional.

Agreguemos otro elemento de esta “magia”: Paz muchas veces entendía la tradición literaria como (con)trato personal, como transmisión gracias al encuentro cuerpo a cuerpo.

Ese entendido ya venía desde antes que Paz y Alfonso Reyes porque, en general, era la regla de las relaciones entre élites y familias en el poder.

(Parte de la crisis actual de la cultura intelectual mexicana es que ese tipo de intelectuales aristocráticos se está terminando. A esto se debe que cada vez se escuche que en México ya no hay “grandes intelectuales”).

La seducción que Paz ejercía, entonces, se incrementa por la finura de su oralidad y la elegancia de su performance corporal. Su personalidad es tan importante como su estilo de escritura. Es el patrón (sensibilizado) vuelto poeta (respetable).

Incluso la voz de Paz —tono, amaneramiento, respiración— congrega más de un género, edad y aspiración social. Su voz incrementa el efecto psicológico de re-unir lo dispar.

La mayoría no puede entender El laberinto de la soledad pero la mayoría al ver y escuchar a Paz experimenta su poética autoridad.

Paz tenía mucho de psicólogo. Sabía que su ritmo de exaltación y serenidad eran seductoras. Paz no puede ser entendido sin la admiración que causaba su ser.

Y el éxito de la figura de Paz es, sobre todo, una nostalgia: la encarnación de un re–unión que históricamente jamás sucedió.

A Paz se le admiraba (y hoy se le extraña) porque era un patriarca y un moderno; un cosmopolita y un nacionalista; novohispanófilo e indigenista. Paz era el PRI vuelto utopía.

Paz fue el sueño de que alguien encarnara bellamente la ideología mexicana.

Paz congregaba oposiciones. Eso fascina al inconsciente. Despierta de modo simultáneo zonas que habitualmente no se activan juntas.

La fascinación de Paz comienza al convocar fuerzas contrarias (“metafísicas” e históricas) y mantenerlas en suspensión. Ni se unen ni se destruyen. Se activan.

Su cuerpo, voz y lenguaje (verbal y no-verbal) estimulaban una relación psicológica en que las personas sienten (consciente e inconscientemente) la compañía, poder e intensificación de esas fuerzas contrarias desde el cuerpo de Paz al suyo.

Paz cautiva a muchos porque produce la sensación de que escuchándolo o imitándolo pueden repetir esa convocación y suspensión de contrarios.

En esto reside el “encanto” de “Paz”.

Paz era un ilusionista. 

21/3/14

LA CRISIS (TRANSNACIONAL) DE LAS HUMANIDADES

En sábados recientes he escrito aquí del atraso formativo e informativo de las Humanidades en México y, a la vez, del acercamiento de cierta intelectualidad mexicana neoconservadora a Estados Unidos.

También he anotado que las Humanidades norteamericanas cesaron de buscar un rumbo progresista y desde el 9–11 retroceden hacia lo neoconservador.

Hoy en las Humanidades tenemos dos países cuyas élites tienden a coincidir en una zona neoconservadora relativamente común.

En esa coincidencia, sin embargo, las Humanidades en México están en desventaja: Estados Unidos tiene mayor infraestructura y fondos.

Archivo y mercados facilitarán, entonces, que unos neoconservadores dominen a otros neoconservadores.

Si un estudiante en Hermosillo, Distrito Federal o Mérida investiga un objeto de estudio mexicano que también será investigado por un estudiante norteamericano, hay altas probabilidades de que el norteamericano lo supere, por tener mejor infraestructura: especialistas, transmisión express de técnicas analíticas, acervos, becas, actualización y mejor panorama laboral al egresar.

Los norteamericanos saben esto muy bien y estimulan cuadros de analistas de otras culturas y, asimismo, saben muy bien que esto incrementa (tema tabú) el subdesarrollo de esas mismas culturas descifradas.

Miremos este fenómeno desde distintos lugares.

Desde México, como la información generada en Estados Unidos (sobre México) no es difundida (a México) no ha sido fácil que su población percate que es interpretada asimétricamente por norteamericanos.

Desde Estados Unidos, por su parte, México es visto como trabajo de campo u objeto de estudio, y cuyos analistas nativos están subdesarrollados técnica y teóricamente. Presa fácil, presa doble.

Y si vemos la situación desde ambos países, hay un déficit de interpretación, ya que ambos países evitan llegar a la información que cuestione ambas estructuras.

En buena medida, las Humanidades norteamericanas ocupadas de México llevan toda las de ganar porque las mexicanas tampoco desean hacer un análisis radical de lo que ocurre en México y/o Estados Unidos.

Si las Humanidades norteamericanas hacen un análisis radical mostrarán que son parte del imperialismo.

Si las Humanidades mexicanas hacen un análisis radical tendrán que reconocer que conservan sus premisas coloniales.

El siguiente avance en las Humanidades ocupadas de ambos países se producirá por grupos que hagan una (auto)crítica profunda de ambas estructuras.

Las Humanidades en México no quieren cuestionar las premisas (tradicionalistas) desde las que interpretan; las Humanidades en Estados Unidos están dispuestas a cambiar de perspectiva cada década pero no a asumir sus consecuencias políticas.

Unos evitan mover sus bases; otros, aceptar los resultados.

De esto se trata, de fondo, la crisis transnacional de las Humanidades.

14/3/14

UN CONGRESO, HERBERT Y LA UNAM

Hace unos días se realizó el XIX Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea, en la Universidad de Texas en El Paso. Debido a la organización simultánea de mesas es imposible asistir a todas. Me concentré en mesas sobre literatura mexicana reciente.

Aunque muchas ponencias se ocuparon de Paz o Revueltas (por sus centenarios), tres mesas se dedicaron a la crítica, narrativa y poesía de Julián Herbert. Desde la aparición del programa, esto llamó la atención (y cierta ambivalencia).

Los ponentes eran todos de la UNAM y es inusual tal número de mesas de una misma universidad ocupadas, en trabajo colectivo, de un mismo autor.

Las mesas no tuvieron mucha asistencia. Probablemente se debió a la percepción del gesto colectivo. ¿Una propuesta de canonización? Sí, y eso debilitó su propuesta como académicos.

Este posicionamiento fue de lo más interesante del congreso. Si una parte de las tres mesas hubieran tenido aproximaciones más críticas a Herbert y/o hubieran tocado otras obras u autores cercanos a Herbert, estos académicos emergentes de la UNAM se hubieran llevado el Congreso de este año.

Pero quiero resaltar que parece ser un grupo con interés real (no meramente coyuntural, laboral, pasajero o superficial) en su objeto de estudio. Y eso es raro aquí y allá.

Los norteamericanos mejor posicionados suelen tomar información de académicos mexicanos en formación. Seguramente aumentará la curiosidad y presencia de Herbert en cursos y ponencias en Estados Unidos. Esperarán nuevos libros suyos y los diseccionarán con mayor distancia crítica.

El hecho de que Herbert tenga una relación fuerte con el norte lo posiciona mal en este momento en que el norte ya no es foco de mucho interés o entusiasmo. Quizá la reducida asistencia a estas mesas (como en años anteriores ha ocurrido justo con las mesas dedicadas a otros autores del norte) se debe a estos cambios.

Pero otro cambio más interesante es la señal de renovación dentro de la academia mexicana, que si continúa y termina de deshacerse de la visión tradicionalista que impera en la UNAM y en otros lugares del país, puede convertirse en un nuevo factor de la discusión sobre la literatura a nivel binacional.

También quiero anotar que otros académicos emergentes de la UNAM estuvieron presentes en otras mesas y su participación fue también interesante.

Hoy la literatura mexicana contemporánea ya se define académicamente desde Estados Unidos. En México cada año esto es más evidente y, por lo tanto, surgen contrafuerzas desde la academia mexicana joven, que desea no solo formar parte del diálogo sino, incluso, subvertirlo.

No fue el año de Herbert en el Congreso de El Paso. Fue el año en que ahí se hizo visible que algo sucede en la UNAM.


7/3/14

ESCRITORES MEXICANOS Y USA: HOY

La semana pasada resumí cómo la crítica literaria mexicana se tapó ojos, oídos y boca ante teoría radical mundial. Pero, ¿qué anhela hoy importar?

Octavio Paz dirigía la visión literaria en México. Y tachó la poesía norteamericana contracultural y sus lectores (“nuevos acólitos” les decía).

Tuvieron que pasar años de su muerte, para que paceanos (de tercera generación) se acercaran a la poesía norteamericana.

Los viejos paceanos siguen desdeñándola (y a la izquierda asociada a su ala radical). Pero los más jóvenes ahora sienten curiosidad; saltándose, claro, toda la poesía norteamericana que realmente pone en crisis el canon.

Además, la tradición literaria mexicana está desgastada; se hizo repetitiva debido a su cerrazón, clasicismo (y clasismo) y dar la espalda al desastre social. Se volvió inevitable que el avestruz sacara la cabeza del hoyo.

Sin el embargo poético que impuso Paz a los productos contrapoéticos foráneos, desde hace ya varios años reaparece el interés por la poética norteamericana. La literatura mexicana esperó que Paz muriera para no tener que enfrentarlo.

Los escritores mexicanos, entonces, voltean fuera (hasta hoy) para no hacer la autocrítica interna pendiente.

La principal condición estructural que ha impedido la democratización y renovación de la literatura mexicana es la concentración del poder intelectual (homogeneizador) que tienen ciertos líderes sindicales eternizados, que impiden cambios de fondo (a todos los niveles).

Por ejemplo, los jóvenes poetas y prosistas no se atreven a romper con Enrique Krauze —heredero del aparato de Paz—, y para huir de la angustia de esa ruptura, el que no se hace guaje se hace pato o, por lo menos, cambia de plática.

Nótese, además, que el interés en la literatura norteamericana reciente es muy conveniente: después de décadas de experimentalismo políticamente progresista, mucha escritura estadunidense actual dio pasos atrás.

Retomar el contacto con Estados Unidos es ahora ideal: los jipiosos contraculturales ya fueron sustituidos por posmodernos exquisitos.

En el siglo XXI, el experimentalismo se despolitizó de modo muy astuto. Por eso poetas hispánicos conservadores se interesan hoy en ubu.com.

Antes las Letras Patrias necesitaban repeler la influencia yanqui; hoy —para mantener el poder— necesitan baños de novedad y cosmopolitismo traído de los Estados Unidos Chic–Retrógradas.

El prestigio que se solía buscar en Paz hoy se busca en Podcasts.

Observen cómo —paulatinamente— la nueva literatura mexicana está cambiando de referencias ¡para no cambiar de estructura!

Cede el petróleo doméstico para asegurar el poder transnacional.

La nueva literatura mexicana emplea varias tácticas para evadir realizar la autocrítica urgente.

Una de sus evasiones favoritas es la hamaca del McExperimentalismo–Nafta.

1/3/14

¿POR QUE LA CRITICA LITERARIA MEXICANA ES TAN ANACRONICA?

¿Cómo explicar que la crítica literaria mexicana sea tan anacrónica?

La respuesta, en general, es que el conservadurismo mexicano no ha cedido su puesto. La mentalidad de medio siglo sigue en el trono.

En la práctica, los críticos establecidos eligen a críticos jóvenes conservadores. Así se perpetúa ese sistema.

Otro factor importante es que, al contrario de otros países, la crítica cultural no fue puesta en crisis por la teoría crítica, los feminismos y post–estructuralismos o, al menos, los estudios culturales o la academia progresista (hoy en vías de extinción global).

Un factor adicional: los lectores no presionan a los críticos a actualizar su mentalidad. Quizá no pueden presionar a los literatos porque los lectores están desarmados. Los programas humanísticos en México no lograron la transición teórica. Ni hubo revistas que la impulsaran.

Ni medios ni universidades hicieron su parte para crear número suficiente de lectores profesionales de donde surgiera nueva crítica.

¿Por qué en México no abundan perspectivas que, por ejemplo, circulan en el cono Sur? ¿Por qué inclusive las editoriales independientes y universitarias promueven pensamiento tradicionalista? ¿Por qué todas las revistas literarias mensuales mexicanas son conservadoras? ¿Por qué incluso las posiciones más atrevidas resultan, sin embargo, apenas reformistas?

Pensemos en dos libros decisivos —escritos en español— que a nivel continental cambiaron el modo de entender lo literario: La ciudad letrada de Ángel Rama (1984) y Desencuentros de la modernidad en América Latina (1989) de Julio Ramos.

¿Están estos libros presentes en los críticos y literatos mexicanos antier u hoy? La respuesta es triste y paradójica: no.

Triste porque demuestra que la literatura mexicana vive en una cápsula del tiempo, en una fortaleza que la aísla y protege de procesos de cambio ocurridos en otros lugares; paradójica, porque el libro de Rama atañe centralmente a lo mexicano y el de Ramos se editó en México (aunque, como se relata en la edición chilena, ese tiraje tuvo un destino accidentado).

¿Los literatos mexicanos son retrógrados porque no se renovaron leyendo, por ejemplo, estos dos libros tan influyentes? ¿O los literatos mexicanos han sido tan reaccionarios que se aseguraron que estos libros no influyeran en ellos y muchos otros?

La República de las Letras mexicana es un círculo vicioso.

Seré directo: mientras a los jóvenes (en turno) se les instruya (y quieran creer) que el tipo de crítico que deben ser es Christopher Domínguez o Álvaro Enrigue, y se sigan desdeñando La ciudad letrada, Desencuentros de la modernidad y decenas de libros clave de las últimas décadas, el pensamiento sobre la literatura en México no saldrá del atolladero en que está.