19/1/13

¿CALDERÓN EN HARVARD?


Pedir que Harvard University dé marcha atrás y no contrate a Felipe Calderón significa pedir violar la primera parte del artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Toda persona.

Además, pedir que el ex presidente (y general de la narcoguerra) no participe del proceso educativo es creer que este proceso sucede del profesor hacia los estudiantes.

Esa es una visión anacrónica, autoritaria y, sobre todo, irreal de lo que sucede en las universidades. Calderón podría ser re-educado por los jóvenes.

La campaña para sacar a Calderón de Harvard es otro ejemplo de cómo la oposición mexicana no es congruente con sus ideales.

Una universidad es un centro de rehabilitación epistemológica. Justo ahí es donde necesitamos que asistan todos los involucrados en las narcoguerras.

Eso sí, sugiero que a Calderón se le prohíba dar cátedra (una autoridad hablando frente a un grupo numeroso de personas calladas). La cátedra es medieval.

Calderón debe trabajar en seminarios o talleres. Su participación oral no debe exceder el 15% del tiempo en aula.

Restringir que personas como él reingresen al proceso educativo es repetir el error de Calderón: la visceralidad y el espíritu de exclusión. Preferir marginar y marcar personas que permitir que continúen su educación.

Uno cree en la universidad o no cree. No hay medias tintas.

Que antiprohibicionistas pidan que se prohíba que Calderón re-acceda al aprendizaje es una incoherencia vertical.

Calderón requiere urgente ayuda reeducativa. Debe trabajar arduamente en Harvard, utilizar exhaustivamente su biblioteca, organizar experiencias de coaprendizaje, bajarle a su ego y resignificar su vida.

Pedir que se le excluya es abandonar el humanismo, que justamente cree que nuestra educación de vida es capaz de transformarnos, por ejemplo, de niños en sicarios, o de capos, otra vez, en ciudadanos.

Si nos oponemos a la narcoguerra debemos estar a favor del libre acceso a las universidades. No abramos sus puertas sólo para los elegidos, como hoy sucede.

Creer en el humanismo es difícil. Por eso la oposición mexicana, una y otra vez, reacciona usando patrones ultraconservadores.

Lo que hay que pedir a Harvard es que dé libre acceso a las sesiones de Calderón.

Pedir a Harvard que tome en serio el Art. 27: abra sus cursos y su biblioteca a todos los humanos.

El colmo de una oposición es que quiera ser todavía más elitista que Harvard.

Vivimos tiempos tan absurdos que incluso la palabra universidad, uni-ver-si-dad parece no decir nada. O decir lo contrario.

A veces los que defendemos los derechos humanos somos los primeros en olvidarlos.