8/11/14

RULFO Y EL "OTRO" RULFO


Aparecido en el suplemento LABERINTO del diario Milenio el 8 de noviembre de 2014.

Rulfo y el “otro” Rulfo

Ocurre una reorganización de la historia de la literatura mexicana y una gran resistencia a esta reorganización. En esta lucha de archivos, han (re)aparecido documentos que fulminan un rumor contra el máximo escritor mexicano: Juan Rulfo.

Pedro Páramo en 1954 fue editado por la UNAM, Fundación Juan Rulfo y RM y contiene facsímiles de siete fragmentos de la novela de Rulfo publicados en tres distintas revistas en 1954 —año previo a su impresión en libro— y secciones del mecanuscrito original.

Los estudios están a cargo de Jorge Zepeda, Alberto Vital y Víctor Jiménez; y enfatizan que contrastar estos textos con la versión final muestra el dominio estético de Rulfo. 

Lo ejemplifican en el efecto producido por el cambio de nombres de personajes y la novela. El paso de “Tuxcacuexco” a “Comala” o de “Bonifacio Páramo” a “Abundio Martínez” son leídos como señales de culminación estética, toques finales que conducen la obra a una dimensión superior.

Lo mismo ocurre en el tránsito de los distintos títulos de la novela antes de llegar a Pedro Páramo: “Los desiertos de la tierra”, “Una Estrella junto a la luna” y “Los murmullos”.

En el tercer estudio, Jiménez subraya que comparar estas versiones preliminares con la novela publicada, además, entierra para siempre el mito de que Alí Chumacero, Antonio Alatorre o Juan José Arreola ayudaron a Rulfo a convertir unos “montones de cuartillas” en una obra maestra, como tanto se ha dicho. 

Pero, repensemos, estructuralmente ¿de dónde surgió el mito del supuesto co-autor de Pedro Páramo?

Jiménez desarrolla una explicación. Me atrevo a agregar otra.

El mito del co-autor de Pedro Páramo surgió porque la clase literaria mexicana había imaginado un perfil de cómo debía ser su máximo escritor. Y Rulfo no se parecía a esa expectativa.

Esa es la causa de fondo de que la República de las Letras no pudiera aceptar que Rulfo fuera el genio detrás de esos dos libros perfectos.

Surgieron, entonces, alegatos para decir que Rulfo no era ese genio o lo era gracias a otro. Un agente secreto que había logrado transformar el borrador bárbaro de Rulfo en una Forma Perfecta.

Fantaseando ese otro, la clase literaria pudo “cumplir” su fantasía, porque la imagen de ese supuesto otro (tipo Chumacero, Alatorre, Arreola) aplicando una medida correctiva a Rulfo ofrece una fórmula que se parece un poco más al Escritor Tradicional-Moderno fantaseado.

(El mito del Posible Rulfo hace poco dio un giro, que ya no “explica” a Rulfo por el apoyo de otro escritor sino por el apoyo de la CIA, según fantaseó recientemente un académico norteamericano).

Rulfo no cumplía el perfil que la clase literaria había fantaseado para su máximo realizador. La fantasía es tan fuerte que sigue viva. Da patadas de ahogado.



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