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Cuando alguien lee acríticamente a Kenneth Goldsmith pienso: necesitas informarte mejor.
Goldsmith es emblemático de la
década de la guerra contra el “terrorismo”. Su obra consiste en aceptar y
retransmitir (tal cual) lo que el poder emite, encontrarlo bello sin necesidad
de leerlo. Usar ready-made como take-over.
Transcribe textos, hace libros de
puro copy-paste, dirige ubu.com, su celebridad prospera. La “escritura
no-creativa” ya es parte del canon que deseó.
Su innovación es cuestionable. Un
ejemplo entre otros: Ulises Carrión hace un tercio de siglo hacía cosas que hoy
abanderan norteamericanos.
Reiteran prácticas colonialistas.
Vía manifiestos, antologías y membresías, borran o se apoderan de otras
historias.
Su política atrae estudiantes,
académicos, escritores y lectores indecisos entre lo consensual y lo arty. El conceptualismo es una
manifestación cultural derivada de políticas norteamericanas expansionistas.
Por eso la apropiación es su fundamento.
Su campaña de estrellato y empresa
de capital simbólico usa look
retro-frívolo como sistema de autodefensa.
Goldsmith en la Casa Blanca o
Coldbert Report no es problema, sino su promoción de una conformidad “tonta”,
cómplice del capital y las risas grabadas. Al despolitizar la escritura, quita empowerment a comunidades críticas
emergentes. Su falla es ética.
Sus logros estéticos, medidos a
escala internacional, pocos. No es conceptualismo sino pastiche de otros
conceptualismos.
Vanessa Place o Goldsmith encarnan
el expansionismo norteamericano y lo tornan buen gusto, refinamiento
post-experimental, radical-soft.
Muestran qué sucede con escritura
post-teoría crítica que elige abrazar al capitalismo y jactarse del twist. ¿Performance de posesión
hegemónica? No. Eso amenazaría su click institucional.
Al negar su apología de la lógica
capitalista y dejar abierta una supuesta ironía, máquina referencial o could-be role play, el retro-conceptualismo se desploma. Pudieron ser una
denuncia performática pero quisieron espectáculo y aprobación, preferir el
cinismo a la crítica.
Andy Warhol perdió su filo. Un
warholismo hoy en la literatura puede tener éxito en Estados Unidos o en países
muy colonizados, respiración boca a boca entre élites blancas.
Al incrementar su adhesión a valores y poses cool conservadoras, en el Sur Globalizado su text appeal
crece.
Nótese el tono exquisito de la voz
de Goldsmith: crea una posición familiar a la hegemonía. La complicidad del
conceptualismo aumenta conforme juega a las escondidas con las implicaciones de
su programa.
Una oportunidad se perdió —si acaso
existió— después de la Language Poetry: un repunte del izquierdismo en la
poesía estadounidense. No sucedió. Love-Obama-tomía llegó.
Los propios Language perdieron
credibilidad al alentar herederos de ideales reaccionarios.
El experimentalismo norteamericano se
convirtió en joyería fina.