Fuera de Estados Unidos ya se habla de conceptualismo y Flarf como tendencias de la poesía experimental de la primera década del siglo XXI. La “ecopoética”, en cambio, aún pasa inadvertida en Latinoamérica.
Su antecedente es el ecologismo y hacia los 1990’s, la “ecocrítica” sedimentó como enfoque analítico.
El ecocrítico acecha, por ejemplo, cuál es la imagen de la naturaleza activa en una obra. Muchos autores y obras han sido ya analizados bajo perspectivas ecocríticas.
De este clima surgió la ecopoética: poesía que explora la naturaleza no como temática sino como nuestra serie de relaciones con el ambiente.
La ecopoética se diferencia de la poesía sobre la naturaleza en que surgió a partir del acuerdo académico–creativo de la destrucción del “yo” y el “hombre” como centros, consumada por Barthes, Foucault y Derrida.
¿Cómo escribir una poética ambientalista en un sentido post–romántico y post–estructuralista? es una pregunta ecopoética.
En Estados Unidos, la revista ecopoetics (sólo minúsculas) apareció en 2001, editada por Jonathan Skinner, y promovió la idea y praxis de la ecopoesía. Censar autores es menos relevante que la inquietud común de hacer poesía ecologista.
Más allá del paisajismo o idealización de los seres “naturales”, lo que se busca indagar es la interdependencia (urbana y no) con la naturaleza contemporánea.
La ecopoética aspira a ser activismo y ética. Detonó en Estados Unidos por el ecologismo y, a la vez, por la necesidad capitalista de crear nuevos nichos laboral–intelectuales.
La ecopoética fue la oportunidad de que una generación progresista formara una estética colectiva no necesariamente izquierdista militante. La ecopoética fue un refugio para muchos poetas y lectores.
Afortunadamente, la ecopoética ya no es "novedad".
Llama la atención que este movimiento no tuvo eco inmediato en Latinoamérica. Quizá el diálogo comenzará en esta década o quizá nunca, algo nada raro entre el sur y norte de América.
Mantengámonos atentos a la difusión, traducción, análisis y reformulación de la ecopoética anglosajona en América Latina y a la posibilidad de que se desarrolle aquí un injerto ecopoético.
Los ecos de una ecopoética en Latinoamérica serían el altoparlante nerudiano y el neobarroco como (paradójica) ecología naturalizada del poema complejo latinoamericano. Y quizá las cosmovisiones indígenas.
Probablemente aquí también podría iniciar como enfoque analítico que otorgue bases teóricas hacia voces, técnicas y formas de poetizar ecologías, la contaminación, los desastres, el consumismo y nuestra relación con el ambiente.
Pero quizá una poesía verde no sería afín a las culturas literarias latinoamericanas.
Explicar su ausencia, indudablemente, será en el futuro tan revelador como documentar la reinvención o visibilización de ecopoéticas en Latinoamérica.