Alfonso
Reyes, la puta y el presidente
Copio una entrada de Museo
del Chisme (Emecé, 2005) de Edgardo Cozarinski y después la comentaré.
“Entre 1936 y 1938, Alfonso Reyes fue
embajador de México en la Argentina. Notorio ladies man, el gran escritor y erudito se enamoró apasionadamente
de una actriz porteña, popularísima en el teatro de boulevard y que más tarde
renovaría ese éxito en el cinematógrafo. Don Alfonso no se ocupó de ocultar la
relación y aparecía a menudo en público acompañado por la burbujeante rubia.
“Para la diplomacia de la época, esa
desaprensión era censurable y el embajador fue advertido de su imprudencia, en
una conversación telefónica amistosa, por el ministro de Relaciones Exteriores
de su país. Observó la discreción pedida durante unas semanas y volvió luego a
su vida habitual.
“Una segunda advertencia llegó muy
pronto, en una carta adornada por mucho recaudo amistoso y efusivas expresiones
de respeto intelectual, y encabezada por un sello que la declaraba
‘confidencial’; la siguió un nuevo período de recato y un nuevo regreso a la
indolencia.
“Como en los cuentos más tradicionales,
un tercer, definitivo mensaje apuró la conclusión. Su forma habría sido la de
un telegrama como sólo un presidente puede enviar a través de los servicios
telegráficos normales: ‘La embajada o la puta. Cárdenas’”.
Cozarinski anota como fuente a Victoria
Ocampo en Buenos Aires (c. 1970).
Importa poco que esta (inexacta) historia
sea cierta o ficticia: es verosímil. Resulta creíble porque obedece a la imagen
que se tiene de los escritores mexicanos y su gobierno.
La historia también pide preguntarnos,
¿qué ha cambiado en la relación entre escritores, vida pública y políticos
mexicanos?
El primer cambio es que la literatura
mexicana ya no genera escritores de ese nivel técnico e influencia. Esta
pérdida de calidad (y notoriedad) ocasiona que el gobierno no tenga que vigilar
demasiado a los intelectuales.
Otro cambio esencial es que los
escritores protagónicos mexicanos ya casi no buscan la carrera diplomática. Las
embajadas han sido cambiadas por las becas y el pseudo-mercado. Sería muy
improbable que el presidente mandara un mensaje privado por Facebook a algún
escritor en Londres, diciéndole: “La puta o la beca. Peña”.
No obstante, hay cosas que no cambian.
Entre el mundo de Reyes y el nuestro, todo mudó menos esto: el escritor
mexicano no quiere perder la protección del mandatario.
Incluso cuando Paz dejó su embajada
siguió cobrando el sueldo y terminó sus días como refinado secuaz de Los Pinos.
El poder de la chusca historia de Reyes y
Cárdenas reside en que retrata el justo momento en que el escritor nacional
decidió que no volvería a recibir un mensaje de advertencia de ningún
gobernante.
Para tal fin civilizatorio, el
intelectual mexicano decidió que nunca más decepcionaría al presidente.
Pórtense bien, chicos.
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.…