22/8/15

ALFONSO REYES, LA PUTA Y EL PRESIDENTE

"Archivo Hache" es mi columna semanal en el suplemento cultural Laberinto del diario Milenio; la de esta semana apareció el sábado 22 de agosto del 2015.


Alfonso Reyes, la puta y el presidente

Copio una entrada de Museo del Chisme (Emecé, 2005) de Edgardo Cozarinski y después la comentaré.

 “Entre 1936 y 1938, Alfonso Reyes fue embajador de México en la Argentina. Notorio ladies man, el gran escritor y erudito se enamoró apasionadamente de una actriz porteña, popularísima en el teatro de boulevard y que más tarde renovaría ese éxito en el cinematógrafo. Don Alfonso no se ocupó de ocultar la relación y aparecía a menudo en público acompañado por la burbujeante rubia.

“Para la diplomacia de la época, esa desaprensión era censurable y el embajador fue advertido de su imprudencia, en una conversación telefónica amistosa, por el ministro de Relaciones Exteriores de su país. Observó la discreción pedida durante unas semanas y volvió luego a su vida habitual.

“Una segunda advertencia llegó muy pronto, en una carta adornada por mucho recaudo amistoso y efusivas expresiones de respeto intelectual, y encabezada por un sello que la declaraba ‘confidencial’; la siguió un nuevo período de recato y un nuevo regreso a la indolencia.

“Como en los cuentos más tradicionales, un tercer, definitivo mensaje apuró la conclusión. Su forma habría sido la de un telegrama como sólo un presidente puede enviar a través de los servicios telegráficos normales: ‘La embajada o la puta. Cárdenas’”.

Cozarinski anota como fuente a Victoria Ocampo en Buenos Aires (c. 1970).

Importa poco que esta (inexacta) historia sea cierta o ficticia: es verosímil. Resulta creíble porque obedece a la imagen que se tiene de los escritores mexicanos y su gobierno.

La historia también pide preguntarnos, ¿qué ha cambiado en la relación entre escritores, vida pública y políticos mexicanos?

El primer cambio es que la literatura mexicana ya no genera escritores de ese nivel técnico e influencia. Esta pérdida de calidad (y notoriedad) ocasiona que el gobierno no tenga que vigilar demasiado a los intelectuales.

Otro cambio esencial es que los escritores protagónicos mexicanos ya casi no buscan la carrera diplomática. Las embajadas han sido cambiadas por las becas y el pseudo-mercado. Sería muy improbable que el presidente mandara un mensaje privado por Facebook a algún escritor en Londres, diciéndole: “La puta o la beca. Peña”.

No obstante, hay cosas que no cambian. Entre el mundo de Reyes y el nuestro, todo mudó menos esto: el escritor mexicano no quiere perder la protección del mandatario.

Incluso cuando Paz dejó su embajada siguió cobrando el sueldo y terminó sus días como refinado secuaz de Los Pinos.

El poder de la chusca historia de Reyes y Cárdenas reside en que retrata el justo momento en que el escritor nacional decidió que no volvería a recibir un mensaje de advertencia de ningún gobernante.

Para tal fin civilizatorio, el intelectual mexicano decidió que nunca más decepcionaría al presidente.

Pórtense bien, chicos.



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