La dupla Octavio Paz (1998) y Carlos Fuentes (2012) ha terminado. La
dupla fue posible por el PRI.
Son irrepetibles. Aunque gane el PRI, despertará
otro dinosaurio. Lo dijo Marx: la historia sucede dos veces, una como tragedia,
otra como farsa.
Paz y Fuentes son dos variantes de un mismo tipo de
intelectual hegemónico: autores cosmopolitas y, al mismo tiempo, nacionalistas,
que poetizaron la Historia de México creada por el PRI.
Autores revolucionarios
—de estética vanguardista— e institucionales
—apoyados por el aparato del Estado—: Vanguardistas Tradicionales, son la
Literatura Revolucionaria Institucional.
Paz y Fuentes probaban que México era “moderno”.
Pero Fuentes murió criticando duramente el regreso
del PRI; y Paz, elogiando a Salinas, Zedillo y Televisa. Esto no se dice en
México porque Paz designó sucesores que cuidan su imagen de Mesías
Anti-Tropical.
¿Qué hizo posible el poder de los intelectuales
revolucionario institucionales?
Representar a la aristocracia mexicana. Su
escritura, oralidad, vestimenta, modo de ser eran elegante espiritualización de
las clases altas de la Ciudad de México.
Por eso la constante alusión a lo seductor e
integral, al Aura de estas figuras
que nos pusieron al tú por tú con lo más “bello” y “moderno”.
La cultura alta —universal, simultánea y refinada—
soñada por la aristocracia mexicana.
En su inicio, los hizo posibles el apoyo estratégico
del Fondo de Cultura Económica —editorial del Estado— cuya distribución
canónica les aseguró ser leídos como voceros cumbre del Espíritu Nacional.
Luego Televisa y empresarios que veían en ellos Paz
y Progreso.
Su aristocracia cultural (ideológica) estaba ligada
a la clase política, que necesitaba su compañía, distinción y photo-op para darse baños de cultura
alta, y que a intelectuales aseguraba vaso comunicante político.
Su prestigio fue impulsado por funcionarios de alto
nivel como prueba de no ser representantes de un régimen vulgar. Unos a otros
se legitimaron.
Los intelectuales revolucionario institucionales
tuvieron como causa y efecto servir de instrumento
de ascenso de clase cultural.
El régimen les dio las condiciones para que ellos
fueran Caciques-Quijotes a cambio de promover Democracia Dulcinea, en páginas
donde por fin fuésemos “contemporáneos de todos los hombres” (en pleno
subdesarrollo y desigualdad).
Sin embargo, Fuentes acumuló tanto poder que terminó
independizándose del régimen en mayor medida que Paz, hasta el grado en que
esta simbiosis hubiera tenido un giro en el sexenio de Peña Nieto.
Al ocurrir su sorpresiva muerte en el umbral del
retorno fársico, el PRI hubiera llegado con el último líder de lo intelectuales
revolucionario institucionales en su contra.
Peña Nieto se salvó por una agripina aspirina. Puede
el PRI descansar en espectral Paz.
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En caso de que alguien desee leer un texto largo sobre Carlos Fuentes (una carta que escribí a petición de la revista Tierra Adentro y fue censurada, aquí el link:
Se trata de una carta-ensayo —dentro de una serie mayor que tengo— sobre la literatura mexicana y su historia ideológica.