Mientras novela y poema, y aun ensayo, desfallecen, internet ha reanimado al aforismo.
La noción de aforismo proviene de Hipócrates. En la escritura griega, aforismo era un principio de ciencia médica; síntesis de saber anotado.
Junto a él, los griegos desarrollaron el arte gnómico del apotegma. El pensamiento presocrático frecuentemente es apotegmático: saber filosófico, a veces codificado para evitar que cualquiera pueda descifrarlo.
Pero entre el aforismo y nosotros hay, por lo menos, dos grandes tradiciones paralelas: los refranes populares y el aforismo moderno.
Por un lado, doxa sonorizada e ingenio popular agraciado abreviados y, por otro, brevedad corrosiva, acidez, chiste, máxima mínima, aforismo moderno de Lichtenberg, Joubert, Nietzsche, Schopenhauer, Cioran y miles de emuladores.
Diferencia esencial entre el aforismo griego y el aforismo moderno: uno era un género medicinal; el otro, un género enfermo.
El aforismo médico diagnostica, pronostica o trata nuestros males; el aforismo moderno, en cambio, ironiza, exalta o poetiza nuestros rasgos y estragos.
Como el ensayo, el aforismo dejó de ser saber y devino estilo.
¿Cómo fue que el aforismo dejó de ser sabiduría o medicina y se convirtió en ironía o enfermedad? El cristianismo —la gran cura con que Occidente sustituyó a la filosofía griega— se expandió como plaga y probó ser remedio fallido, disfuncional, gran patología transcultural.
Occidente ya no pudo resumir saber confiable, síntesis segura de curación y, en su lugar, concentró su resentimiento, desprecio, clasismo, misoginia, altivez, sarcasmo, comedia y amargura en el aforismo, formita favorita del nihilismo moderno.
La re-tradición nihilista del aforismo se encapsuló exitosamente, e hizo que el aforismo perdiera por completo su visión médica hasta volverse un género sintomático de nuestra época.
Entre uno y otro, por cierto —más que el aforismo como máxima moral— se sitúa un momento decisivo: Lautréamont, para quien las máximas ya sólo eran materia de apropiación y remezcla.
En las últimas décadas, la publicidad (el arte mercadotécnico del slogan) y más reciente y poderosamente el microblogging han hecho que el ciudadano global recapitule su pensamiento cotidiano en un género muy similar y a veces idéntico al aforismo.
A su escuela y secuela médica, filosófica, moral, irónica, nihilista, se suma su tradición virtual que deviene aforismo viral.
El neo-aforismo es una mutación del aforismo moderno.
Anotemos sus rasgos: al contrario del aforismo antiguo, el neo-aforismo no cree derivarse de una sabiduría privilegiada, y se diferencia del aforismo moderno porque no es una condena del mundo sino descripción o definición veloz de experiencias tecno-urbanas de New Life. El neo-aforismo es vital.
¿Su vicio? Cínico residual, el neo-aforismo está enganchado al after-party.