Un ejemplo demencial: este año la UNAM rechazó al 90% de los solicitantes.
Y cada año, a nivel mundial, a millones se les niega su derecho a la educación.
Aunque sabemos que se necesitan más universidades, crece la ideología que justifica que la mayoría de los jóvenes quede fuera de ellas.
El capitalismo es tan cruel que cree que los muchachos deben competir hasta por el derecho al mesabanco.
Además, si muchos solicitantes obtienen puntajes bajos en los exámenes se debe al fracaso de la educación de nivel básico a medio superior.
Mientras una persona tan dañina como Elba Esther Gordillo continúe controlando la educación escolar, y el duopolio televisivo, la educación mediática, los jóvenes mexicanos seguirán subdesarrollados.
Alguien que viene de una telesecundaria, un barrio miserable o que apenas sale de la preparatoria sube al autobús de la maquila — hace unos años yo tuve alumnos en esa situación, en un cobach, por cierto, construido sobre un relleno sanitario— está en desventaja (injusta, indignante) con las personas que tuvieron la buena suerte de nacer en una familia con más recursos económicos.
Ese joven —que ha sido defraudado por todo el sistema—, no obstante, se aferra al futuro e intenta progresar; junta el dinero para cuotas de las universidades y, en muchos casos —¡demasiados!—, será rechazado.
El problema es la falta de cupo en las instituciones, no la falta de talento de los jóvenes.
Los terapeutas sabemos que el bajo desempeño escolar se debe a conflictos emocionales, familiares y sociales, no a supuestas carencias intelectuales o incluso hábitos de estudio.
Los alumnos con bajo aprovechamiento son jóvenes en problemas. Necesitan ayuda. Necesitan, entre otras cosas, no ser rechazados.
En México hay una relación directa entre bajo desempeño escolar y machismo, familia disfuncional, pobreza, clasismo y racismo.
No tiene ningún sentido que las universidades rechacen a los jóvenes. Si fuésemos coherentes tendríamos que eliminar los exámenes de admisión por completo.
Del mismo modo que sería absurdo hacer exámenes de admisión a los niños en la primaria o secundaria, es también absurdo que se condicione la entrada a la preparatoria o universidad. Todos los seres humanos merecen educación superior.
Alguien podría decir que abrir las puertas bajaría el nivel académico.
Eso es falso. La gran mayoría de los alumnos (de bajo “rendimiento”) al ingresar a una institución educativa (con buen nivel de enseñanza-aprendizaje) resuelve su rezago académico.
No hay razón pedagógica alguna para controlar la entrada a las universidades.
Las razones para mantenerlas semi-cerradas son económicas, capitalistas.
Mientras la mayoría de los jóvenes no pueda ingresar a las universidades —¡y se justifique esta exclusión!— no se puede hablar de democracia.