12/10/12

CARTA A UN LECTOR DEL 2050


Amigo, era octubre y 2012: los escritores discutían en InterNeta lo que editores no permitían discutir en revistas, porque a veces ellas eran lo sospechado.

El principal debate en el mundo literario era la pelea sobre el Premio de Literatura en Lenguas Romances, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que ese año tocó a Alfredo Bryce Echenique.

La indignación nació por líos de Bryce Echenique con plagios de artículos; unos lo decían multado (y él decía que no) por la justicia peruana, ¡vaya oxímoron!

¿Cometió plagio? No hay modo de saberlo. Entonces ni ahí ni en ningún lado se podía saber algo.

Además, una parte de los escritores que pedían revocar el premio ¡fueron rápido coro para validar una elección presidencial fraudulenta!

En parte era un desplazamiento del reclamo que muchos intelectuales no habían hecho en el terrero político.

En esos mismos días, un hijo del principal intelectual mexicano había ganado otro premio —un millón de pesotes— de la compañía Sanborn’s, y Carlos Slim el mayor millonario del planeta en la época de un México hundido en la miseria.

¿Que qué era México? Era un país pinchurriento, impune y corrupto, que ocupaba los actuales Estados Unidos de Segunda América.

Semanas antes, Pablo Raphael polemizaba la repartición de becas y ramas en la Ciudad Letrada.

Y justo meses antes el escandalazo cultural era el Premio Villaurrutia dado a Sealtiel Alatriste, al que luego renunció por puestos públicos y plagios cometidos, o no cometidos, quién sabe, porque, como te digo, en ese país ¡sepa la bola!

Su verso más popular no era ninguno de Octavio Paz, el Nobel (que le consiguió Salinas, decían, no por inmerecido, sino porque Salinas necesitaba legitimarse por el fraude de 1988, aun a través de Miss Universo de 1991, el Premio Nobel de Literatura de 1990, o Nafta en 1994).

Ah, sí, decía que el verso más popular no era de Paz sino de Jaime Sabines, el Poeta perteneciente a una familia de caciques del régimen que jodió a aquel país, y ese verso decía: “Yo no lo sé de cierto, pero supongo”.

¡Ah, cabrón, chingón el bato, pues!

Los críticos patrios creían que el verso era tan popular por ser de poema amoroso chicloso, ¿tú crees? ¡Qué va! Era popular por parecerse a la frase de un cómico llamado Capulina: “No lo , puede ser, a lo mejor, tal vez, quién sabe…”.

El verso de Sabines y la frase de Capulina —como chance toda esa cultura— aludía a que ahí no se podía saber nanais, nada de nada, na-di-ta. Su gente se tenía que hacer pen —pluma— o dejada. Unas veces pa’ no perder la vida, otras veces porque parece mentira la verdad nunca se sabe.

Entonces si en ese país casi nunca se podía saber si el presidente había ganado o qué pedo, mucho menos se podía saber si el escritor sí o no.

Así estaba la cosa, pues, en el 2012, o ve tú a saber.