Hace poco llegó a mis manos Latinoamericanism After 9/ 11 (2011) de John Beverley, Acoge artículos —intervenciones polémicas— de uno de los académicos clave del latinoamericanismo en Estados Unidos.
Hay un capítulo (“The neoconservative turn”) especialmente interesante. Lo resumiré.
Según Beverley: “Estamos en medio de una especie de ‘giro’ neoconservador en la reciente crítica cultural y literaria latinoamericana. El fenómeno es doblemente paradójico: primero, porque ocurre en el contexto de la reemergencia de la izquierda latinoamericana como una fuerza política desde el 9/ 11; segundo, porque el giro surge principalmente desde la izquierda”.
Beverley, por supuesto, no es el único o el primero en señalarlo.
Lo hemos visto desde la propia literatura. El giro, en realidad, era ya un aspecto muy visible de la academia latinoamericanista desde los noventa. Ese aspecto creció hasta volverse uno de los pulmones de la crítica y academia.
Para explicar su hipótesis, Beverley realiza una crítica del escritor guatemalteco Mario Roberto Morales; un célebre ensayo de Mabel Moraña sobre “El etnógrafo” de Borges y el libro Tiempo pasado (2005) de Beatriz Sarlo.
La brevedad del periodismo impide detallar argumentos. Baste decir que Beverley identifica al giro neoconservador con “una incomodidad con el multiculturalismo y con la políticas identitarias” y con el deseo del “regreso a la biblioteca”.
El giro neoconservador es una desconfianza de la academia política, el testimonio —todos contra Rigoberta Menchú—, el resurgimiento de la izquierda latinoamericana, el post-colonialismo y el decolonialismo —Walter Mignolo como Demonio— y, en general, con la figura del subalterno y cualquier nuevo agente cultural.
Los neoconservadores, dice Beverley, son desengañados de la izquierda, desilusionados. El giro neoconservador como nostalgia y reempleo dentro de la propia crisis del neoliberalismo.
En México, este giro neoconservador se manifiesta de modo extraño.
Beverley señala a Jorge Volpi como “reaccionario” y no deja de anotar el carácter conservador de Octavio Paz o la opción derechista de Jorge Castañeda como figura intelectual, aunque los coloca en distinto sitio que el giro neoconservador que describe.
Lo peculiar del caso mexicano es que el periodismo, la crítica literaria, la academia y la literatura mexicanas supieron mantenerse relativamente inmunes a los debates post-modernistas de los años ochenta y noventa, y en la última década han proseguido su cómodo rechazo irónico al cambio político y teórico.
Yo diría que en el caso mexicano no ha existido giro neoconservador reciente.
En México todas las esferas literarias son neoconservadoras: Letras Libres y Nexos; la contracultura y la academia; la izquierda y Conaculta.