Uno
de los grandes momentos del cuento latinoamericano es “Bienvenido, Bob” de Juan
Carlos Onetti.
Por “cuento latinoamericano” me refiero al periodo en que el cuento en Latinoamérica tiene una identidad utópica: la “Revolución”, el proyecto de una civilización latinoamericana propia, sin imperialismo o dictaduras.
Pero el cuento de Onetti es una ironía contra tal utopía. Relata la historia de Bob, un fracasado que alguna vez fue un joven idealista.
“Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza... el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de los jóvenes contra los viejos, el Bob dueño del futuro y del mundo”.
Sigue Onetti: “Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca, trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una mujer a quien nombra ‘mi señora’; el hombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café, examinando diarios y jugando a las carreras por teléfono”.
Nada del 2012 cultural mexicano puede entenderse sin Bob, ese bobo ex revolucionario.
Pienso en esa expresión del lenguaje popular mexicano: “Qué re-bobo eres”. El Re-Bobo es quien no aprende, el ingenuo que no termina de aprender cómo-son-las-cosas.
El PRI ya regresó: una cultura está lista para usar la ironía contra todo lo que crea en la renovación o diferencia real.
Y si hay algo en el México actual que recuerde al Bob de Onetti es el 132, esa generación que es posibilidad de cambio cultural.
Los opinadores mediáticos desde el inicio trataron al 132 como “ilusos”.
Por regla, escribir sobre el 132 es darle su Buena Bienvenida, Bob.
Verlos como “jóvenes que dejarán de serlo” junto con sus “sueños imposibles”. “Muchachitos” de quienes la regla dicta que hay que reírse y aleccionar.
(Nótese que la entrada de Antonio Attolini, el líder visible del
Hay una lucha de relatos: el de
Quizá se ven a sí mismos en esos jóvenes.
Y quieren que compartan su destino, “aprendan la lección”: conformarse con el sistema, el no-cambio, lo “estable” del PRI, que sabe “más por viejo que por diablo”.
Ignoro qué pasará con el 132. Pero puedo asegurar que este sexenio veremos al Re-Bobo mexicano en muchas partes de su literatura, artes, medios y cultura urbana.
Describir (re-inscribir) al Re-Bobo será una de las obsesiones de nuestro imaginario.