Aquí critiqué
la idea de “generación” de Tryno Maldonado (y otros) para nombrar a la “mejor” narrativa
mexicana hoy. Tryno respondió en Emeequis(29-4-2013).
Dice que mi
réplica lo hizo replantear “la validez o pertinencia del concepto de
generación” y agrega “es Pablo Raphael quien... se anima a ir más allá y... proponer un concepto alternativo al de
generación. Lo llama nubes”.
Por “nubes” alude a una “fragmentación [que] hace imposible que se
produzcan escuelas o tendencias. El individualismo hace que se
multipliquen los gustos”.
Tryno remata su
texto retomando la idea de “generación”. Cita a Ortega y Gasset —teórico por
excelencia de “generación”— para alegar que “aquello que ejemplifica la
solvencia del concepto de generación es que exista una identidad de
tendencias... aun en un ámbito... de divergencias”. Dice que por eso peleamos.
“Generación
Inexistente”, le llama. ¿Generación-Nube?
Difiero. Muchos
ni pertenecemos a la “generación inexistente” ni a una “nube”.
Tryno y Raphael
descuidan que “generación” no es el único modo en que un escritor pertenece a
algo. Daré el caso del norte, que tanto antipatiza.
Si leemos
muchos libros de escritores norteños de los últimos 30 años, es audible que se
comunican con literatura colindante, música popular o caló binacional.
Pero quizá se desdeña
la validez de identificarse con algo que no sea una pulcra foto con escritores de
Ciudad de México.
Se olvida que
hay obras que son un diálogo con lo regional y, en general, afinidades ajenas a
“generaciones”.
Quizá hay voces
literarias que conversan con jornaleros, colonias, migrantes, transporte
público, largas filas para cruzar al otro lado, vecinos, paisanos.
En mi caso
sería tan falso decir que pertenezco a una “generación” literaria nacional como
decir que no pertenezco a nada. Pertenezco a la frontera. Esa frontera no es
una “nube” —un Archipiélago ultravioleta de Soledades virtuales—; es una
historia enraizada y bracera. Una colectividad viva, ilegal.
Y hay muchas
otras autorías que hoy no creen necesario ni identificarse con la “República de
las Letras” ni con “nubes” sino que se saben parte, por ejemplo, de la cultura
chicana o la zapoteca.
No todos, claro.
Muchos sólo se sienten parte del Club de la Ironía Por Encima de Todo. O parte
de la “literatura a secas”. Cool por ell@s.
Otros nos
sabemos parte de una cultura concreta, a veces pegada a un territorio, a veces
a una migración. Conectados no a una élite literata sino a un rancho o urbe,
tierra o lengua, pueblo o cruce.
Reconozcamos estas
pertenencias. A quienes no tienen los ojos puestos en La Literatura sino el
texto enredado con hablas, tribus o lugares.
No queremos
sentirnos “cosmopolitas” ni nos quita el sueño ser acusados de “costumbristas”.
No somos
“generaciones”. No somos “nubes”. Somos un nosotros.
Y somos un chingo.