Todo lo que no quiere ser comprendido es
fotografiado. El lenguaje global es fotográfico. Su pináculo es el selfie.
Si lo moralizamos —vanidad— o lo patologizamos
—narcisismo—, equivocamos el rumbo; es aún más problemático.
Como tecno-religión, la fotografía parte de que
lo esencial es lo personal. Esto sucede justo en una época en que teóricamente
ya sabemos que el individuo es una ilusión.
La fotografía es el último refugio de la
creencia en la personalidad y el individuo. Los autorretratos son lo moderno
congelado.
En los rostros fotográficos lucen los valores
más caducos de estas sociedades.
Casi toda la humanidad aspira a parecer una
superestrella o un político al ser fotografiada. El lenguaje corporal
fotográfico global encarna ideales del espectáculo.
La ruina fotográfica será conocimiento futuro,
como hoy sabemos que la pintura perdió su aura.
La fotografía apareció por el fin del aura
de lo Otro: lo sagrado o sublime. Pero con la fotografía se inauguró el
aura de lo mismo: lo individual, lo realizado.
A la muerte de Dios siguió una foto con lentes
negros.
La fotografía es la religión más penosa. Al
contrario de otras, es casi imposible evitarla. Cada encuentro social exige ser
fotografiado. La fotografía es el nuevo contrato social.
Lo reaccionario de un pic: la
paradoja de que hay un ser verdadero brotando en una imagen estereotipada.
Si se critica la fotografía, la humanidad parece
ofendida. Hay un alto nivel de identificación del ser global con su foto-imagen.
Todas las fotografías, en realidad, ya han sido
tomadas. Toda foto es repetición de otra. Todo lo que aparece ahí ya está agotado.
No hay ya posibilidad de crear nuevos
significantes o significados con la fotografía. Esto no significa que morirá: todavía
serán tomadas trillones de fotografías.
Es necesario pensar fuera de la fotografía.
No hablo del cine o el video, que extendieron el
dominio de lo fotográfico, le dieron movimiento. Imaginar se está volviendo una
cámara.
A pesar de la firma, un texto pronto se muestra
como impersonal, colectivo, inhumano. La fotografía, en cambio, facilita la
ilusión de creer no solo en los individuos, sino, peor aún, en ciertos
individuos admirables: la persona bella, rica, interesante,
representativa, deseada, capturada, conocida, misteriosa, existente.
En la foto buscamos lo Importante, lo
Personalizado, lo de Moda. Pero las fotografías, en realidad, ya no dicen nada.
Ni las del porno, desastres o la NASA.
La civilización no ha podido renovarse. Solo re-produce
sus versiones.
La fotografía es un sitio donde se manifiesta el
estancamiento. Ahí quedarán grabadas las imágenes versátiles de una época
inmóvil.
Pero entre gadgets, ya circulan
fotos que se auto-desvanecen. El fin de la fotografía, lentamente, ha
comenzado.