Ha transcurrido el primer año del sexenio de
Peña Nieto. Ya Salvador Novo esclareció que la cultura “alta” mexicana obedece
a sexenios. ¿Cómo fue este primer año de Peña Nieto para esa cultura alta?
Las culturas populares mexicanas obedecen a
procesos largos, regionales y mediáticos. Las culturas altas, de élite —como la
academia, el periodismo, la literatura o las bellas artes—, en cambio,
mantienen una estrecha relación con el gobierno en turno. Esto no lo aceptarán.
Pero así es.
La estructura alta–cultural fue cuidadosamente
diseñada por el PRI para depender económica y simbólicamente del gobierno.
Programas gubernamentales y empresas influyen poderosamente en medios, letras,
ciencias y artes.
Cuando Rafael Tovar y de Teresa recobró el cargo
de presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que fungió con
Salinas y Zedillo, y le fue devuelto por Peña Nieto, el mensaje fue claro:
reinstalar un sistema cultural priista.
Ya pasó un año del regreso del PRI. La cultura
alta tiene ya un perfil. Como era de esperarse, la intelectualidad bajó (aún
más) su nivel de crítica.
Si seguimos sus intervenciones en prensa e
Internet, opinión mediática diversa y obras, es claro que los grupos
intelectuales aceptaron las reglas del juego: callar, elogiar, simular,
solapar, agacharse.
Las calles del país discrepan. Sur, centro,
norte del país están en constante agitación desde los espacios públicos hasta
las redes sociales. Si, como historiadores, hacemos un recuento analítico,
estos años han sido de gran descontento popular.
Protestas, movilizaciones y todo tipo de
explosiones urbanas y rurales no cesan de aparecer. La sociedad no está
conforme. El bajo nivel de aprobación de Peña Nieto lo muestra.
Este descontento social contrasta con la conformidad de muchos periodistas, profesionales de opinión firmada, creadores e intelectuales, que parecen genéricamente felices del Re–PRI.
El discurso en las televisoras es aún más acrítico que con Fox y Calderón, que es mucho decir.
En grupos intelectuales, el escenario es peor.
Pensemos, por ejemplo, en el principal órgano pro–oficial de la alta–intelectualidad,
la revista Letras Libres, que en el periodo reciente pasó
de ser una serie de prosistas estilistas convencionales a una serie de
prosistas superficiales equis. Paz mismo, que murió priista, estaría enojado.
La intelectualidad mexicana oficial se ha
mostrado incapaz de mantener una mínima actitud crítica ante el retorno del
PRI, acaso porque le congratula y beneficia.
El balance del primer año alto–cultural de Peña
Nieto le es favorable: mientras las calles hierven, la cultura alta se pavonea;
mientras la sociedad civil protesta y reclama, la intelectualidad —muy de pie—
aplaude.