Hace unos días se realizó el XIX Congreso de
Literatura Mexicana Contemporánea, en la Universidad de Texas en El Paso.
Debido a la organización simultánea de mesas es imposible asistir a todas. Me
concentré en mesas sobre literatura mexicana reciente.
Aunque muchas ponencias se ocuparon de Paz o
Revueltas (por sus centenarios), tres mesas se dedicaron a la crítica,
narrativa y poesía de Julián Herbert. Desde la aparición del programa, esto
llamó la atención (y cierta ambivalencia).
Los ponentes eran todos de la UNAM y es inusual
tal número de mesas de una misma universidad ocupadas, en trabajo colectivo, de
un mismo autor.
Las mesas no tuvieron mucha asistencia.
Probablemente se debió a la percepción del gesto colectivo. ¿Una propuesta de
canonización? Sí, y eso debilitó su propuesta como académicos.
Este posicionamiento fue de lo más interesante
del congreso. Si una parte de las tres mesas hubieran tenido aproximaciones más
críticas a Herbert y/o hubieran tocado otras obras u autores cercanos a
Herbert, estos académicos emergentes de la UNAM se hubieran llevado el Congreso
de este año.
Pero quiero resaltar que parece ser un grupo con
interés real (no meramente coyuntural, laboral, pasajero o superficial) en su
objeto de estudio. Y eso es raro aquí y allá.
Los norteamericanos mejor posicionados suelen tomar
información de académicos mexicanos en formación. Seguramente aumentará la
curiosidad y presencia de Herbert en cursos y ponencias en Estados Unidos.
Esperarán nuevos libros suyos y los diseccionarán con mayor distancia crítica.
El hecho de que Herbert tenga una relación
fuerte con el norte lo posiciona mal en este momento en que el norte ya no es
foco de mucho interés o entusiasmo. Quizá la reducida asistencia a estas mesas (como en años
anteriores ha ocurrido justo con las mesas dedicadas a otros autores del norte)
se debe a estos cambios.
Pero otro cambio más interesante es la señal de
renovación dentro de la academia mexicana, que si continúa y termina de
deshacerse de la visión tradicionalista que impera en la UNAM y en otros
lugares del país, puede convertirse en un nuevo factor de la discusión sobre la
literatura a nivel binacional.
También quiero anotar que otros académicos
emergentes de la UNAM estuvieron presentes en otras mesas y su participación
fue también interesante.
Hoy la literatura mexicana contemporánea ya se
define académicamente desde Estados Unidos. En México cada año esto es más
evidente y, por lo tanto, surgen contrafuerzas desde la academia mexicana joven,
que desea no solo formar parte del diálogo sino, incluso, subvertirlo.
No fue el año de Herbert en el Congreso de El
Paso. Fue el año en que ahí se hizo visible que algo sucede en la UNAM.