29/11/13

¿PAPASQUIARO O ZAID?

La poesía de Mario Santiago Papasquiaro es más fea; la de Gabriel Zaid, más bonita. La poesía de Papasquiaro, sin embargo, es más novedosa: ninguna otra poesía mexicana se le parece. Causa molestia, risa, rechazo.

Zaid se parece a otras poéticas mexicanas; es un buen poeta convencional. Papasquiaro es un poeta no–convencional: defectuoso.

¿Qué es poesía? ¿Escritura que cumple y gusta a quienes esperan formas sublimes? ¿Escritura que rompe convenciones y gustará poco?

Históricamente la poesía ha sido ambas.

A muchos no gusta que eso sea la poesía. Elaboran fantasías en que la poesía solo es lo gustoso. ¿Lo otro? Infra, pseudo, no–poesía.

Aferrarse a gustos es aferrarse a berrinches.

¿Quiénes son los mayores poetas (en verso o no) de nuestras sociedades? Los que trabajan material popular con un grado suficiente (pero no excesivo) de nuevas técnicas estéticas. Shakespeare y Cervantes, Pessoa y Neruda.

La poesía de Zaid está hecha de palabras y formas de otros poemas y libros; la de Papasquiaro, de palabras y referencias callejeras, chilangas y contraculturales.

Zaid y Papasquiaro están lejos de ser poetas que la humanidad canonizará. Pero la tentativa de Papasquiaro se acercó más que la de Zaid a la poesía por la materia con la que trabajaba: el habla, lo bajo, lo nuevo, lo feo, que es la materia que poetizan los grandes poetas, como Góngora y Rimbaud.

La poesía de Zaid manejó pura materia ya literaria, ya precocida: poética porque otros ya la hicieron poética. Eufónico recalentado.

Ni la poesía de Papasquiaro ni la de Zaid me gustan. Me gusta la poesía de Lorca y la de Celan. Quizá, por encima de todo, Vallejo. Pero quizá me gusta porque fue uno de los primeros poetas que conocí y se quedó marcado en mi espíritu. Leerlo me exalta. Pero eso es solo un gusto personal. Nada relevante.

Como crítico, si alguien me pregunta qué poesía me interesa más ¿la de Papasquiaro o la de Zaid? Papasquiaro, evidentemente. Ahí se agita algo distinto, no logrado, lo larvario que me disgusta y disuade.

El éxito de Zaid en repetir patrones y vocabularios ya poéticos me parece menos poético que
el fracaso de Papasquiaro en convertir su nueva materia vulgar en poesía técnica o psíquicamente avasallante.

Schopenhauer tocaba la flauta. Pero al escribir era el más pesimista.

El crítico debe disfrutar a sus poetas favoritos; en unos pocos conocer el máximo potencial de lo poético hasta ese momento.

Pero al leer a los poetas de su propia época debe considerar aquello que no le resulta placentero, aquello que no corresponde a sus gustos, esa música que la tradición no le inculcó. Lo que su oído no aprobaría, el raro ruido de lo otro.


Los grandes poetas enseñan que la poesía puede ser un gusano. El crítico es aquel que logra separarse de sus gustos. El oro no es todo.

22/11/13

LA CRISIS DE LA FOTO

Todo lo que no quiere ser comprendido es fotografiado. El lenguaje global es fotográfico. Su pináculo es el selfie.

Si lo moralizamos —vanidad— o lo patologizamos —narcisismo—, equivocamos el rumbo; es aún más problemático.

Como tecno-religión, la fotografía parte de que lo esencial es lo personal. Esto sucede justo en una época en que teóricamente ya sabemos que el individuo es una ilusión.

La fotografía es el último refugio de la creencia en la personalidad y el individuo. Los autorretratos son lo moderno congelado.

En los rostros fotográficos lucen los valores más caducos de estas sociedades.

Casi toda la humanidad aspira a parecer una superestrella o un político al ser fotografiada. El lenguaje corporal fotográfico global encarna ideales del espectáculo.

La ruina fotográfica será conocimiento futuro, como hoy sabemos que la pintura perdió su aura.

La fotografía apareció por el fin del aura de lo Otro: lo sagrado o sublime. Pero con la fotografía se inauguró el aura de lo mismo: lo individual, lo realizado.

A la muerte de Dios siguió una foto con lentes negros.

La fotografía es la religión más penosa. Al contrario de otras, es casi imposible evitarla. Cada encuentro social exige ser fotografiado. La fotografía es el nuevo contrato social.

Lo reaccionario de un pic: la paradoja de que hay un ser verdadero brotando en una imagen estereotipada.

Si se critica la fotografía, la humanidad parece ofendida. Hay un alto nivel de identificación del ser global con su foto-imagen.

Todas las fotografías, en realidad, ya han sido tomadas. Toda foto es repetición de otra. Todo lo que aparece ahí ya está agotado.

No hay ya posibilidad de crear nuevos significantes o significados con la fotografía. Esto no significa que morirá: todavía serán tomadas trillones de fotografías.

Es necesario pensar fuera de la fotografía.

No hablo del cine o el video, que extendieron el dominio de lo fotográfico, le dieron movimiento. Imaginar se está volviendo una cámara.

A pesar de la firma, un texto pronto se muestra como impersonal, colectivo, inhumano. La fotografía, en cambio, facilita la ilusión de creer no solo en los individuos, sino, peor aún, en ciertos individuos admirables: la persona bella, rica, interesante, representativa, deseada, capturada, conocida, misteriosa, existente.

En la foto buscamos lo Importante, lo Personalizado, lo de Moda. Pero las fotografías, en realidad, ya no dicen nada. Ni las del porno, desastres o la NASA.

La civilización no ha podido renovarse. Solo re-produce sus versiones.

La fotografía es un sitio donde se manifiesta el estancamiento. Ahí quedarán grabadas las imágenes versátiles de una época inmóvil.

Pero entre gadgets, ya circulan fotos que se auto-desvanecen. El fin de la fotografía, lentamente, ha comenzado.

15/11/13

TRADUCIR ES DEMASIADO


Traducir puede ser un oficio intrigante. Aquí una minúscula lista de lo que traducir puede ser.

Traducir puede ser placentero. Si eliges una lengua que conoces bien y eliges un libro o autoría que te hechice, traducir será grato.

Traducir puede ser el crimen perfecto. Lo mejor es leer pero lo más tentador es escribir. Traducir combina ambos polos. Con el pretexto de dos idiomas, un traductor es alguien que escribe lo que lee.

Traducir puede ser la mejor contribución que un bibliófilo puede hacer. Culturas como las nuestras necesitan traducir muchas obras (desde literarias hasta científicas). Ya no deberían darse más becas para apresurar poesía, cuento o novela, y más bien solo becas para traducir.

Traducir podría ser el mejor sub–empleo que puede darse a escritores que comienzan.

Traducir puede ser ingrato. Traducir es mal pagado. Además, salvo las de libros exitosos en su lengua original, las traducciones casi no son reseñadas. Pero si cometes tres errores en trescientas páginas, eso puede cambiar. Si quieres que tu traducción sea reseñada, equivócate lo suficiente.

Traducir puede ser tramposo. Conozco escritores que han traducido cuatro poemas de Baudelaire y se dicen su traductor. Traducir unas cuantas páginas y anunciarte traductor es como escribir microrrelatos y presumirte novelista.

Traducir puede traicionar. Si el transcreador es un escritor de muchos recursos, la transcreación es un juego valioso; si es un transcreador común y corriente, el experimento no debe suceder. Es más difícil traducir bien que tener toda clase de ocurrencias para transcrear.

Traducir debe ser fiel a un texto que se ama en situación de poligamia.

Traducir puede tener una gran ventaja: hay miles de obras cuyos derechos ya son de dominio público. Muchas de ellas circulan en internet. Basta creer conocer bien dos lenguas, armarse de meses de paciente trabajo y otros tantos de impaciencia para sí terminarlo, para traducir un libro y contribuir a la educación de la humanidad. Seguramente nadie te lo va a agradecer.

Traducir es un puente directo a la crítica. Ocuparte de cada una de sus palabras, abre el camino a volverte uno de los expertos de ese texto. Traducir termina con un prólogo.

Traducir es maníaco. Si alguien que se dedica hoy a la literatura conoce más de una lengua pero no traduce, no ha enloquecido. Cuando uno lee autores extranjeros que le fascinan y sabe que otros no pueden leerlo, aparece un duende que lo obliga a uno a traducirlo.

Traducir puede definirse como el duende de compartir lo que no es tuyo pero quieres que sea de otros. Y, en todo caso, quieres llevarte el crédito.

Traducir ya lo están haciendo las máquinas. Pero las máquinas todavía no traducen bien. Traducir todavía puede ser demasiado humano.

9/11/13

IN MEMORIAM PEPE SORDO

El 22 de octubre murió Pepe Sordo, fundador de la editorial Aldvs. Su partida invita a reflexionar.

Gerardo González dirige Aldvs desde hace cinco años. Al preguntarle sobre Pepe Sordo, respondió: “Su padre fundó la Imprenta Aldina a principios de los años cuarenta. Pepe Sordo desde pequeño empezó a tomarle cariño a la impresión. Cuando su padre murió (1989), Don Pepe fundó Aldvs”.

“Don Pepe era un hombre muy culto, gran conocedor de ópera, de historia, de literatura. Tocaba el piano y era un lector maníaco. Le gustaba mucho ir al mar. Aldvs hasta hoy ha publicado 420 libros y él inventó todas las colecciones (excepto la de autores franceses)”.

En los últimos años, don Pepe sufrió una enfermedad que consumió su salud. La actual propietaria de Aldvs es Fernanda Sordo. Aldvs, por supuesto, seguirá.

Aldvs es una de las mejores editoriales independientes mexicanas. No ha recibido el apoyo ciudadano debido. Sus cientos de títulos y la gama internacional de autores la hace sobresaliente dentro y fuera del país. Aldvs apuesta por libros de calidad, aunque no tengan salida comercial.

Hace poco en Estados Unidos me preguntaban cuál era el fenómeno más importante de la literatura mexicana en el nuevo siglo. Respondí que, sin duda, no se trataba de la aparición de una obra o corriente sino de algo más interesante: el auge de editoriales pequeñas.

Sin este auge de micro-editoriales —entre las que Aldvs es protagónica— no se entendería la actual literatura mexicana.

Hay dos libros ya necesarios: una recopilación de testimonios de estos grupos y un estudio históric-analítico especializado. La partida de Sordo señala la urgencia de documentar y analizar estas historias personales y colectivas.

Se requiere registrar y explicar el rechazo de estos grupos a entender la edición como una empresa comercial. Así como pensar su compleja y agridulce relación con el Estado y los lectores.

No existiría un corpus asequible de poesía mexicana contemporánea sin la pequeña edición. Este hecho me parece tremendo, innegable y, en muchos sentidos, preocupante.

Lo mismo sucede con la traducción de obras literarias no comerciales. Las pequeñas editoriales mexicanas logran sobrevivir por apoyos del gobierno, ese mismo gobierno cuyas corruptas políticas educativas han destruido la posibilidad de la lectura en el país.

Están sucediendo demasiadas cosas en la literatura mexicana. Por eso el tipo de críticos y comentaristas que producen, por inercia, los grupos que llevan décadas monopolizando la cultura literaria deben ser reemplazados por nuevas comunidades ciudadanas que se hagan de la pluma y el teclado, el papel y la pantalla.

La siguiente prosa literaria mexicana debe ser una prosa contra ese sistema.

Esa nueva mentalidad crítica, por ejemplo, comprenderá la importancia de escribir una historia de los microcosmos personales y macrocosmos políticos de la edición independiente en México.

Venga pronto una historia de la edición alterna, minoritaria, codependiente o independiente en México, que —como lo exigen los tiempos— debe ser una historia no oficializable, una historia que no sea formada por el gobierno; una historia crítica.

Descance en paz, Pepe Sordo. Larga vida al apasionado esfuerzo de hacer libros a contracorriente.

2/11/13

¿COMO PUBLICAR TU PRIMER LIBRO?



El otro día alguien me emaileó preguntándome cómo publicar su primer libro. Le prometí pensar mi respuesta. Aquí está.

Si tu primer libro tiene potencial de ventas —es una novela de trama que atrapa y está bien escrita, aunque no necesariamente sea una obra de arte; o es un libro de temática interesante al lector general— ve a editoriales grandes.

No dejes el engargolado en la recepción o lo envíes por paquetería. Los editores están saturados de trabajo y desconfían de autores desconocidos. Se supone que un libro recibido debe ser dictaminado. Pero alguien puede abrir el paquete, hojear y echarlo al bote. Pide una cita breve.

Si tu libro no tiene potencial de ventas pero sabes que es interesante literariamente, prueba en concursos literarios que incluyan publicación.

Hay jurados serios que sí leen, discuten y eligen el que más les gusta, es decir, debes ser consciente que en un concurso todo depende del gusto de los jurados.

Si tu novela, libros de relatos o poemario está bien escrito y es tradicional, tienes probabilidades de ganar. Casi todo lo que llega a concursos está lleno de clichés y deficiencias técnicas.

Si sabes que escribes bien —tienes una imaginación o sensibilidad heterodoxa y tienes dominio técnico de la escritura— pero tu libro es poco tradicional en forma o contenido, tienes menos probabilidades: la mayoría de los escritores (es decir, de los jurados posibles) son tradicionalistas.

¿Editoriales independientes? No tienen presupuesto y prácticamente sólo publican a sus contactos. No están abiertas a propuestas de ciudadanos.

Piensa en esto: la mayoría de la gente en el mundo literario no sabe mucho de literatura. Paradójicamente, es más difícil encontrar un buen lector que un buen escritor.

Por eso no funciona la mayoría de los canales de decisiones literarias.

Pero siempre hay una minoría de lectores, escritores, editores e internautas que saben distinguir lo nuevo, lo interesante, lo bien hecho, lo sorprendente o, al menos, lo prometedor.

Si sabes que tu libro es interesante, autopublícalo. Esa es hoy la mejor ruta.

¿Autopublicarlo en Internet? Hace diez años Internet era alternativo; hoy es mainstream. Si quieres que circule, autopublícalo electrónicamente (como pdf basta) o en un blog, pégalo. Pero en Internet casi no se lee: se consumen textos.

Autopublícalo como libro impreso. Busca una imprenta local y prepara 200 ejemplares modestos.

No lo regales jamás. Intercámbialos y véndelos donde sea posible. Pero nunca lo regales, porque los libros de autores nuevos regalados son percibidos como algo que hay que desechar.

No pienses en los escritores mayores que tú. Pocos tienen interés en lo nuevo.

Si el libro que autopublicaste es interesante le irá bien. Deja que los lectores hagan su parte.

Ese es el único canal literario confiable: el libro que se recomienda de boca en boca. Esos son los libros que duran siglos.