Hace unos meses murió Rafa
Saavedra, el escritor de Tijuana técnicamente más innovador. Hace una semana
murió Federico Campbell, el escritor tijuanense más respetado nacionalmente.
Diré sus semejanzas y diferencias.
Federico nació en 1941; Rafa,
en 1967. La obra de Federico se amplió en títulos y circulación hasta final de
siglo. Federico y Rafa, a pesar de la diferencia de edad, fueron lecturas
simultáneas para muchos e influencias ineludibles para la literatura fronteriza
en los noventa. Sus textos circulaban a la par.
En ambos, la figura del padre
fue fundamental. Federico lo dejó claro en sus libros; en los de Rafa, su padre
no aparece. Pero su forma de pensar e incluso parte de la forma literaria de
Rafa era su papá.
Rafa y Federico eran
melancólicos y soñadores. Los textos de Rafa alternaban crestas de ánimo
eufórico y descensos tecnopoéticos. Federico, por su parte, escribía
ensayística inquisitiva pero no desesperada. Solo su narrativa es regida por la
nostalgia.
Federico escribía a partir de
la memoria; Rafa, en el presente.
La prosa de Rafa es auditiva;
la de Federico, visual.
Federico hacía personajes;
Rafa, atmósferas.
Ambos cultivaban bien el relato
y la bitácora. Eran hombres de cuadernos.
Federico fue muy autobiográfico;
Rafa lo parece siempre pero pocas veces lo era realmente.
Los mejores libros de Federico
son Pretexta o el cronista enmascarado; Tijuanenses
y La clave morse. Los mejores de Rafa, Esto no es
una salida. Postcards de ocio y odio; Buten Smileys y Lejos
del noise.
Ambos, por supuesto, son
indisociables de Tijuana. Para Federico, Tijuana era su edad temprana; para
Rafa, Tijuana era anoche.
Federico escribía mucho a
partir del pasado histórico y personal; Rafa desde el encuentro nocturno con
los otros.
A Federico le gustaba escribir
con claridad, ir al grano; a Rafa, le gustaba escribir codificando, influido
por la programación.
Federico amaba la máquina de
escribir; Rafa, la computadora.
A Federico lo encontrabas en La
Condesa; a Rafa, en la Sexta.
Federico era un gran conocedor
de literatura y amaba a Rulfo. Su último acto intelectual fue una conferencia
en Tijuana sobre Rulfo. (Ahí quizá pescó la influenza).
Rafa era un gran lector. Pero
Rulfo y la literatura mexicana no eran centrales en su vida. En Rafa era más
importante Morrisey, mogollón de blogs y revistas.
Federico nació en una época en
que había que ir a la Ciudad de México para ser escritor; Rafa en otra en que
para escribir había que quedarse en Tijuana. Ambos fueron hijos de ciertos
momentos.
Esos momentos, Federico los
recordaba; Rafa, los remezclaba.
Muchos ahora hacen literatura
en Tijuana o sobre Tijuana o, peor aún, usan a Tijuana o a la literatura. Rafa
y Federico nos hacen mucha falta.