Los libros que edita el gobierno mexicano e
instituciones académicas mexicanas tienen dos destinos principales: la Ciudad de México y Estados
Unidos.
Como los gobiernos locales y las universidades en México carecen de interés o incentivo para crear grandes bibliotecas, los libros que se editan en México quedan atrapados en el centralismo ¡y la migración!
La mayoría de los libros mexicanos que están en bibliotecas se encuentran en Estados Unidos.
Hablo de obras editadas por Conaculta, INAH, INBA, FCE, El Colegio Nacional, Colmex, UNAM y demás universidades, centros de estudios, museos, institutos de cultura, etc., cuya distribución real no rebasa su sede geográfica.
Quizá los libros mexicanos más culturalmente relevantes del siglo XX los ha editado
Esos libros casi exclusivamente benefician a quienes los compran o consultan en sus sedes.
El gobierno y universidades mexicanas publican mucho pero no distribuyen ni resguardan en acervos a lo largo y ancho del país.
Los norteamericanos, por su parte, tienen una red consolidada para localizar e introducir los libros mexicanos a su territorio.
Por el buen precio de los libros mexicanos culturales o académicos nutren sus bibliotecas y elevan su nivel académico.
Se habla frecuentemente de la fuga de cerebros. Pero no de la fuga de libros, otro trabajador migrante; maestro o maestra hecho de papel y tinta.
La fuga de libros mexicanos al extranjero es un gran absurdo; y la vida académica mexicana en los estados tiene la forma de la ausencia de esos libros.
Los hispanistas, antropólogos, historiadores del arte, sociólogos norteamericanos, y otros, le deben mucho al presupuesto público mexicano.
Gracias al dinero de los barrios y pueblos mexicanos, los norteamericanos tienen información especializada, que usan para ser las autoridades de cada rama del conocimiento acerca de México.
Con investigaciones, programas y productos financiados por el gobierno y la academia mexicana, es muy difícil que alguien se eduque en Ciudad Juárez o Apatzingán, pero mucho más fácil que se eduque en California o Nueva York.
Decir esto quizá moleste a funcionarios mexicanos o académicos norteamericanos, pero es cierto, moleste a quien moleste.
Si alguien quiere poner a prueba lo que digo, hagamos un recorrido por todos los estados para localizar, digamos, los 50 mil libros más relevantes que se han editado en México en el último siglo.
Veremos que no están en el país; en cambio, si cruzamos la frontera, encontraremos esos 50 mil títulos, y más, muchos más, en bibliotecas al servicio de estudiantes y profesores norteamericanos.
Pobre México, tan lejos de sus propios libros y tan cerca de Estados Unidos.