El Subcomandante Marcos es un intelectual que pasó de la teoría a la práctica, de la universidad a la selva. Anunció ya su retiro. Pensemos en su legado como escritor.
La búsqueda de Marcos no es
estética sino política y, sin embargo, resultó teórica y testimonial. En México
no se le reconoce como debiera porque su obra es una crítica a México.
Como narrador su defecto es ser
cursi. Como pensador su virtud es querer que la justicia sea su tinta.
Prefiero su lado ensayístico que su
narrativo (aunque son inseparables). Es obvio que Marcos se considera un
escritor: cultiva el gusto por la palabra, por sus juegos y serpenteos, por su
poder de hacer algo.
Sus escritos no sólo son crónicas
de sus campañas sino un archivo de reflexiones sobre el capitalismo, la
participación y la sociedad. En la obra escritural de Marcos hay más ideas y
planteamientos que en la de cualquier autor literario mexicano nacido en el
mismo periodo.
A veces la literatura mexicana
contemporánea parece un gran intento de desviar atención de lo que escribe
Marcos.
La prosa de Marcos está muy
influida por la de Monsiváis. Pero en Marcos ya no existe la ironía que dominó
a Monsiváis. En Marcos, el entusiasmo cívico y el buen humor de Monsiváis son
los elementos centrales.
Al perder la ironía conservadora,
esa forma posmoderna dejó de ser literaria, se volvió un comunicado en que se
ejerce la variedad como oportunidad de pasar el micrófono. Escribir en muchas
voces.
Marcos usa al chiste como voz
discordante. No logra la densidad de Monsiváis, por supuesto (militar) pero ambas
prosas quieren amarrar materias y memorias.
Escribir como forma de llenar de
espectros al tiempo, antes de que lo vendan las transnacionales.
Marcos no es un gran escritor,
bueno, no es siquiera un buen escritor, es algo mejor: un escritor mexicano, es
decir, un espécimen en riesgo de doble extinción.
El escritor Marcos cree en los
otros. Escribe para ser escuchado y escribe escuchando. En una época en que los
escritores escriben para ser traducidos o, al menos, publicados, Marcos parece
un anacronismo.
A Marcos casi no lo quieren los
periodistas, los literatos o los políticos, por razones más psicológicas que
políticas. A Marcos se le tiene envidia y coraje por haberse atrevido a ser un
líder, un rebelde y un mestizo colaborando con indígenas.
Lo que está en juego en la prosa de
Marcos es la autoridad. No es casual que se diga un holograma o botarga al
anunciar su retiro. Su escritura es un cuestionamiento general a toda forma de
autoridad.
El futuro no tendrá tantas
telarañas al juzgar a Marcos. El futuro sabrá que no sólo fue un luchador
decisivo —una gran excepción— sino que, en lo que toca a sus textos, hay ahí
algo fascinante, una forma de escribir única, un mundo (muchos mundos) que ningún
escritor mexicano había tecleado antes.