"Archivo Hache" es mi columna semanal en el suplemento cultural Laberinto del diario mexicano Milenio. La columna de esta semana apareció el sábado 4 de julio del 2015.
La viuda de Borges (y su doble)
Borges procuró ser un autor perfecto. Mediante prosodia y
codificación, Borges atrapaba información, vidas e ironía en frases, enunciados
y páginas cerradas. Lo borgeano es lo premeditado.
Una vez alcanzada tal perfección, Borges
expulsó sus obras juveniles, laterales, barrocas o fallidas. Cuando Borges
dispuso sus Obras completas, su
selección y versión final confirmaron su voluntad de pasar a la posteridad sin
giro o texto sobrante. Borges era un perfeccionista del estilo.
Pero Borges murió. Kodama, su viuda
ignorante del principio borgeano-poundeano de la escritura como condensación y
diestra del principio de reproducción de cualquier texto firmado por Borges,
“rescató” todas las piezas de la cantidad descartada. Otro Borges fue
publicado.
Borges escribía editándose; Kodama,
re-editó a Borges, re-escribiéndolo. El principio de esta apropiación fue engordarlo.
Pero las leyes borgeanas debían
imponerse. Kodama, al ampliar el conciso archivo borgeano, al tiempo que
conseguía el éxito, procreó una culpa secreta: haber arruinado a Borges,
desmesurándolo. Ella comenzó a atormentarse.
Y el espejo de la culpa, finalmente, la
hizo generar un doble.
El doble tomó la forma de un joven
escritor argentino, Pablo Katchadjian, que se encargaría de encarnar y ejecutar
el principio inventado por Kodama (liberarla).
Katchadjian eligió el “El Aleph”, el
cuento en que Borges narra la ruina de una máquina puntual para contemplar la
realidad entera, apropiada por un escritor mediocre que la explota para
escribir un poema engordándolo infinitamente.
Katchadjian secretamente pretendía ser
Daneri y vengarse de Borges; Katchadjian, en verdad, era Kodama, buscando
exportar su culpa en el doble.
La impresión de El Aleph engordado de Kachadjian buscó unas pocas manos; entre
ellas, las de Kodama que una vez enterada de la entrega de su doppelgänger y siguiendo la prefijada
trama borgeana, lo denunció ante la Ley.
Sólo después de los laberintos judiciales
de la burocracia latino-kafkeana, Kodama alcanzó su deseo perverso: provocar
que su doble (el re-editor engordador de Borges) comenzara a soñar con la
cárcel.
El público virtual, como debía, defendió a Katchadjian, sin sospechar siquiera que se trataba del doble de Kodama, su
realizador.
Esta historia tiene varios posibles (o
virtuales) desenlaces. En todos ellos, sin embargo, Kodama y Katchadjian
alcanzan su objetivo secreto: destruir a Borges.
Hace algunas décadas, Kodama soñó que era
Borges. Al despertar ignoraba si era Kodama que había soñado que era
Katchadjian o si era Katchadjian y estaba soñando que era Borges.
Borges ha terminado; es ya imposible.
Pero quedaron sus personajes sueltos. En este paulatino motín, cada uno
desfilará y tomará su turno para patear el cadáver del dictador-demiurgo.
Al humillarlo, los personajes sueltos se
vengan de Borges, cuyo cadáver gesticula una última risa seriada contra el
nuevo cosmos patético.