Aquí uno de los links a mi columna del 2009 sobre Javier Sicilia: "Si Jesus escribiera poesía, así sería"
Después de la muerte de su hijo y su conversión en activista contra la narco-guerra, esta fue mi otra columna sobre Sicilia, ahora en el 2011: "Crítica a la cruzada de Sicilia"
Luego vino una serie numerosa de reclamos en facebook en mi contra por parte de la izquierda light y de "izquierda" religiosa —y porque en esas mismas semanas escribí lo que pensaba sobre el narco y la complicidad de los consumidores— y publiqué este otro texto, cuya última línea sigo sosteniendo y, creo, se comprobó este 2012: "Críticos, narcos y católicos"
En octubre del 2011, la revista oaxaqueña El Jolgorio (núm. 42) me invitó a colaborar con un texto. Aquí lo que apareció:
CRÍTICA AL PODER DE LA PALABRA
Heriberto Yépez
Está cambiando la figura del intelectual mexicano. Murieron Paz y
Monsiváis. Su tradición era relativamente laica en contenido; casi nunca en
forma: su palabra era la Verdad y el Camino. Eran sacerdotes disfrazados.
Si la figura sacerdotal prefiguró a la intelligentsia, la aparición de Javier
Sicilia como líder social mexicano es un nuevo capítulo en la historia de la intelectualidad
nacional.
Con Sicilia, el sacerdote sale del clóset y se pone
en primera plana.
Y asoma en
su discurso la llegada del poeta-profeta.
Sicilia ha utilizado también la figura mallarmeana
del poeta como el que purifica “las palabras de la tribu”; una premisa, por
cierto, muy socorrida en México y que coloca al poeta como un ser “superior”.
Sicilia mezcla a Mallarmé con San Juan y llega a
este dogma: el poeta es un profeta (cristiano) cuya función es guiar a la tribu
(rebaño) a Dios.
El proceso de llegar a esta figura partió del modelo
intelectual mexicano del siglo XX, de Vasconcelos a Monsiváis —el intelectual
como guía pensante y leído que domina
las palabras— y lo que hizo fue hacer que el elemento oculto —lo sacerdotal— brotara
completamente al frente.
Al reemerger, el intelectual-sacerdote, sin embargo,
no quiere vincularse a la Iglesia y peregrina en el desierto, aunque quiere
rebaño.
Al destruir el frágil nudo con la índole
cívica-laica del intelectual, Sicilia da un paso atrás, giro reaccionario que
tuvo eco aun en la izquierda, que no había perdido su cripto-cristianismo.
El “poder de la palabra” hoy en México es un
eufemismo que si lo traducimos significa: el uso-de-la-palabra conserva restos
mnémicos del uso-de-la-palabra clerical y cuando esos restos son reavivados se reporta
un incremento en el “poder de la palabra” y emociones intensas y “esperanza”.
Este “poder de la palabra” hace resurgir una
psicología sacerdotal por parte del vocero y una psicología de rebaño por parte
del seguidor, escucha o lector (e implica victimización); esta psicología
maniquea divide al mundo en Buenos y Malos, cuyo puente es el “perdón” o la
“fe”.
No parece preocupar este retroceso. La “tribu”
parece entusiasmada.
El siguiente paso podría ser que el último rasgo
laico —el proyecto de construir una sociedad civil— desapareciera. Ceda el paso
a otro proyecto.
Ese proyecto podría desaparecer si la sociedad civil
fracasa en organizarse o si se organiza pero sus demandas no tienen y no hay
cambios sociales; entonces, la decepción y el desaliento y la sensación de
impotencia sobrevendría. Ese proyecto sería reemplazado por un espíritu
apocalíptico.
A la llegada de ese espíritu apocalíptico, la figura
actual del poeta-sacerdote se transformaría plenamente
en la figura del profeta de final de los tiempos.
Hacia allá parece marchar la “palabra”, hoy convertida
en el “Verbo” (Evangelio), mañana en “Profecía”. Con la palabra-profecía
quedará al margen el proyecto de construir una sociedad y retornará el proyecto
de Volver al Cielo.